KUROS
A
J.M. Benet i Jornet
La
cama esquerra
lleugerament
endavant,
just
per donar moviment
a
tot el cos, per indicar
l'inici
de la marxa cap a l'Enllà.
No
gens estàtic, doncs, en el present
i,
en canvi, etern en el partir.
I
la llum que el modela des de fora,
la
llum real, i l'altra, des de dins,
encara
més real, la que surt
del
cor de la pedra carnal,
la
que fibra les formes
i
en fa Forma.
El
cap, altiu, prometedor,
de
mirada penjada en el futur;
la
cabellera elegantment trenada
i
la cinta del front i la del coll
denoten
una cura especial
en
l'aparença.
Però
el cos, meravellós,
totalment
un,
pit
i esquena capaços
d'afrontar
i suportar;
el
ventre, pla, com un pètal de rosa,
i
el sexe, fruita
encara
no madura del tot,
tendre
i cruixent.
Cames
miraculoses. Les cuixes,
tan
sensibles, just en la corba
on
comencen les natges,
compactes
i tan dolces, i sobretot
on
recullen els genitals.
I
tot això
sostingut
per uns peus
que
són
pedestal
mòbil de l'impuls, ales
cap
un demà truncat,
en
un avui perpetu,
en
un avui joia perdurable.
Si
hi va haver un noi
semblant
a ell,
no
és pas estrany
que
els pares tristos que el van perdre
el
posessin així, tot, un,
sobre
la tomba,
admirats
de la seva bellesa,
fixant
per sempre la carn del seu cos
en
aquest marbre rosat,
proa
de llum que fendeix el mar del temps,
que
ha arribat fins aquí
i
ens fereix, a mort, l'ànima.
Narcís Comadira (Lent,
2012)
KUROS
A J.M. Benet i Jornet
La pierna izquierda
ligeramente adelantada,
lo necesario para imprimir movimiento
a todo el cuerpo, para indicar
el inicio de la marcha hacia el Más Allá.
Nada estático, pues, en el presente
y, en cambio, eterno en el partir.
Y la luz que lo modela desde fuera,
la luz real, y la otra, desde dentro,
todavía más real, la que sale
del corazón de la piedra carnal,
la que fibra las formas
y hace la Forma.
La cabeza, altiva, prometedora,
de mirada puesta en el futuro;
la cabellera elegantemente trenzada
y la cinta de la frente y la del cuello
denotan un especial cuidado
A J.M. Benet i Jornet
La pierna izquierda
ligeramente adelantada,
lo necesario para imprimir movimiento
a todo el cuerpo, para indicar
el inicio de la marcha hacia el Más Allá.
Nada estático, pues, en el presente
y, en cambio, eterno en el partir.
Y la luz que lo modela desde fuera,
la luz real, y la otra, desde dentro,
todavía más real, la que sale
del corazón de la piedra carnal,
la que fibra las formas
y hace la Forma.
La cabeza, altiva, prometedora,
de mirada puesta en el futuro;
la cabellera elegantemente trenzada
y la cinta de la frente y la del cuello
denotan un especial cuidado
en el aspecto.
Pero el cuerpo, maravilloso,
totalmente completo,
pecho y espalda capaces
de afrontar y soportar;
el vientre, plano, como un pétalo de rosa,
y el sexo, fruta
todavía no madura del todo,
tierna y crujiente.
Las piernas un milagro. Los muslos,
tan sensibles, justo en la curva
donde empiezan las nalgas,
compactas y tan dulces, y sobre todo
donde se recogen los genitales.
Y todo esto
sostenido por unos pies
que son
pedestal móvil del impulso, alas
hacia un mañana truncado,
en un hoy perpetuo,
en un hoy joya perdurable.
Si hubo un joven
parecido a él,
no es de extrañar
que los padres entristecidos que lo perdieron
lo colocasen así, completo, entero,
sobre la tumba,
admirados de su belleza,
fijando para siempre la carne de su cuerpo
en este mármol rosado,
proa de luz que hiende el mar del tiempo,
que ha llegado hasta aquí
y nos hiere, a muerte, el alma.
Pero el cuerpo, maravilloso,
totalmente completo,
pecho y espalda capaces
de afrontar y soportar;
el vientre, plano, como un pétalo de rosa,
y el sexo, fruta
todavía no madura del todo,
tierna y crujiente.
Las piernas un milagro. Los muslos,
tan sensibles, justo en la curva
donde empiezan las nalgas,
compactas y tan dulces, y sobre todo
donde se recogen los genitales.
Y todo esto
sostenido por unos pies
que son
pedestal móvil del impulso, alas
hacia un mañana truncado,
en un hoy perpetuo,
en un hoy joya perdurable.
Si hubo un joven
parecido a él,
no es de extrañar
que los padres entristecidos que lo perdieron
lo colocasen así, completo, entero,
sobre la tumba,
admirados de su belleza,
fijando para siempre la carne de su cuerpo
en este mármol rosado,
proa de luz que hiende el mar del tiempo,
que ha llegado hasta aquí
y nos hiere, a muerte, el alma.
Narcís Comadira
(Versión de Pedro Casas Serra)
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