viernes, 15 de junio de 2012

El manuscrito hallado en Zaragoza: "Romance de Ángel Félix"

ROMANCE DE ÁNGEL FÉLIX


A Ángel Félix


Hace muchos años, en uno de los frecuentes viajes que por entonces hacía entre Barcelona y Madrid, recalé en la muy leal ciudad de Zaragoza. Tras postrarme ante la Pilarica y saciar mi hambre en un viejo mesón, hallándome perdido por las callejas que conforman su casco antiguo, fui a dar frente a un almacén de muebles y trastos viejos sin rótulo alguno que lo anunciara. Entré por curiosidad y anduve revolviendo entre mil cosas que allí había, hasta que quedé prendado de un tarro viejo de cerámica que burdamente pintada llevaba lo que parecía una inscripción en árabe. Tras convenir el precio con su propietario - un viejecito amable pero poco hablador - me lo llevé a mi casa en Barcelona y lo deposité sobre un estante del salón. El miércoles pasado, alertado por el estruendo, acudí al salón y me encontré el tarro o mejor dicho lo que quedaba de él, en el suelo y a la señora de la limpieza muy compungida a su lado... ¡Alabado sea Dios! Lo más sorprendente es que entre sus pedazos, apareció un manuscrito apenas legible que contenía un poema - por su forma un romance - anónimo y que llevaba por título "Romance de Ángel Félix", y conociendo que nuestro Ángel Félix es originario de las tierras de Aragón, no he podido sustraerme al deseo de traerlo hoy aquí y compartirlo con todos vosotros:


"Romance de Ángel Félix" *


- ¡Ángel Félix, Ángel Félix,

ángel de la angelosía,

el día que tú naciste

grandes señales había!

Estaba tu padre en calma,

tu madre estaba crecida:

ángel que en tal signo nace

debe escribir poesía. -

Allí respondiera el Ángel,

bien oiréis lo que decía:

- Yo la escribiré, señor,

aunque me cueste la vida;

porque soy hijo de un ángel

y una mortal serafina;

siendo yo niño y muchacho,

mi madre me lo decía:

que poesía escribiese,

que era grande lozanía:

por tanto, pregunta, rey,

que en verso te lo diría.

- Yo te agradezco, Ángel Félix,

aquesta tu cortesía.

¿Qué castillos son aquellos?

¡Altos son y relucían!

- La Copla era, señor,

y la otra la Serranilla:

cantares de segadores

labrados a maravilla.

El ángel que los labraba

cien dirhams ganaba al día,

y el día que no los labra,

otros tantos se perdía.

El otro es el Romancero,

huerta que par no tenía:

el otro el Cantar de Gesta,

castillo de gran valía. -

Allí habló el rey Al-Muqtádir,

bien oiréis lo que decía:

- Poesía, si tu quisieras,

contigo me casaría:

daréte en arras y dote

la Prosa y la Narrativa.

- Casada soy, Al-Muqtádir,

casada soy, no viudita;

el Ángel que a mí me tiene

muy grande bien me quería.


* En la Edad Media, los romances se transmitían oralmente a través de los juglares que los recitaban de plaza en plaza. Esto hizo que llegaran hasta nosotros fragmentados y en distintas versiones. Este romance de Ángel Félix guarda gran similitud con el de Abenámar, romance anónimo del siglo XV muy conocido. Todo hace suponer que éste, el de Ángel Félix, es más antiguo que el romance de Abenámar pues está situado durante el reinado del rey moro de Zaragoza Al-Muqtádir (1046-1081), mientras que el de Abenamar lo está durante el reinado de Juan II de Castilla (1406-1454), por tanto casi cuatro siglos después. De esta forma el romance de Abenámar no sería sino un apócrifo del romance de Ángel Félix, probablemente escrito por un tal Abenámar para ensalzar su propio nombre y así pasar a la historia. La aparición ahora del romance de Ángel Félix pone las cosas en su sitio. ¡A Ángel Félix lo que es de Ángel Félix y a Abenámar lo que es de Abenámar!


Pedro Casas Serra (13-06-2012)

sábado, 2 de junio de 2012

"Os vira-luas" de Mario Quintana

Todos lhes dão, com una disfarçada ternura, o nome, tão apropriado, de vira-latas. Mas e os vira-luas? Ah! ninguém se lembra desses outros vagabundos noturnos, que vivem farejando a Lua, fuçando a Lua, insaciavelmente, para aplacar uma outra fome, uma outra miséria, que não é a do corpo...

Mario Quintana


Los "vacía-lunas"

Todos les dan, con una disfrazada ternura, el nombre, tan apropiado, de "vacía-latas". Pero ¿y los "vacía-lunas"? ¡Ah! nadie se acuerda de esos otros vagabundos nocturnos, que viven husmeando la Luna, olisqueando la Luna, insaciablemente, para aplacar otra clase de hambre, otra clase de miseria, que no es la del cuerpo...

Mario Quintana
(versión de Pedro Casas Serra)