EPIGRAMA
Ara sóc un llimac i em
passejo
per la teva terrassa.
Com que fa un dia humit,
t'estàs dins i
t'observo darrere els vidres.
Et prens un nescafè i
llegeixes.
De ras de terra estant,
com et veig,
ets un gegant adust,
d'ulls de fera i de gestos
desmanyotats,
maldestres.
Jo em moc pausadament
per camins que em
desbrosso
i el meu pas consirós
deixa un rastre de
bava.
De cop, tu el veus i em
veus.
Sents un fàstic
profund que se't posa
als llavis despectius
de menyspreu.
T'aixeques, surts i,
amb un cop de peu ràpid,
vols esclafar-me (és
un gest visceral
d'orgull impenitent: al
teu món
solitari on ets déu
-el déu del prejudici-,
no hi vols cap animal
autònom
que voli o
s'arrossegui. Només vols
males còpies de tu,
mimètics,
perpetus adolescents de
goma).
El teu gest rabiüt no
ha previst,
però, que el terra és
moll i rellisca.
Posem que caus
d'esquena, que petes de clatell
-un mal cop- i t'hi
quedes.
Ara ja tant orgull és
només
matèria congriant el
no-res:
cucs i podrimener.
A la teva memòria,
amb bava transparent
que algú veurà de
plata,
i no pas sense amor,
el llimaquet que em
vols
li fa aquest epigrama.
Narcís Comadira (Usdefruit,
1995)
EPIGRAMA
Soy ahora una babosa y me paseo
por tu terraza. Como hace un día húmedo,
estás dentro y te observo al otro lado del cristal.
Te tomas un nescafé y lees.
De ras de tierra, como yo te veo,
eres un gigante adusto, de ojos fieros y gestos
desmañados, torpes.
Me muevo pausadamente
por caminos que desbrozo
y mi meditabundo paso
deja un rastro de baba.
De repente, tú lo ves y me ves.
Sientes un profundo asco que llena
tus desdeñosos labios de desprecio.
Te levantas, sales y, con un pisotón rápido,
quieres aplastarme (es un gesto visceral
de orgullo impenitente: en el mundo
solitario donde tú eres dios -dios del prejuicio-,
no quieres ningún animal autónomo
que vuele o se arrastre. Quieres sólo
malas copias de ti, miméticos,
perpetuos adolescentes de goma).
Sin embargo, tu rabioso gesto
Soy ahora una babosa y me paseo
por tu terraza. Como hace un día húmedo,
estás dentro y te observo al otro lado del cristal.
Te tomas un nescafé y lees.
De ras de tierra, como yo te veo,
eres un gigante adusto, de ojos fieros y gestos
desmañados, torpes.
Me muevo pausadamente
por caminos que desbrozo
y mi meditabundo paso
deja un rastro de baba.
De repente, tú lo ves y me ves.
Sientes un profundo asco que llena
tus desdeñosos labios de desprecio.
Te levantas, sales y, con un pisotón rápido,
quieres aplastarme (es un gesto visceral
de orgullo impenitente: en el mundo
solitario donde tú eres dios -dios del prejuicio-,
no quieres ningún animal autónomo
que vuele o se arrastre. Quieres sólo
malas copias de ti, miméticos,
perpetuos adolescentes de goma).
Sin embargo, tu rabioso gesto
no ha previsto que la
tierra está mojada y resbala.
Digamos que caes de espaldas, que te golpeas la nuca
-un mal golpe- y te quedas.
Tanto orgullo sólo es ahora
materia anunciando la nada:
gusanos y pudridero.
A tu memoria,
con baba transparente
que alguien verá de plata,
y no sin amor,
la babosita que me supones
te escribe este epigrama.
Digamos que caes de espaldas, que te golpeas la nuca
-un mal golpe- y te quedas.
Tanto orgullo sólo es ahora
materia anunciando la nada:
gusanos y pudridero.
A tu memoria,
con baba transparente
que alguien verá de plata,
y no sin amor,
la babosita que me supones
te escribe este epigrama.
Narcís Comadira
(Versión de Pedro Casas Serra)
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