FALCONERIA
Ara sóc un falcó i
sobre la mà m'aferro
del meu senyor. Respiro
l'aire net del matí
i l'olor del vellut i
les martes, la suor dels cavalls,
el fenc petjat, els
vapors
que pugen de la terra.
Herbes i flors menudes,
tapís gemat que veuré
des de dalt, quan en
cercles, magnificent,
observi els meus
dominis, la prada, els arbrissons,
el rierol, la llebre
esmunyedissa.
I els cavalls, els
gossos i el senyor,
amb els seus cavallers
i el falconer major,
patges i servidors,
tots iguals de petits,
repartits sobre el
prat...
Ara el senyor m'ha dit:
vull una llebre grossa,
flairosa de llentiscle
(el meu senyor és poeta),
mentre m'acaronava el
plomatge amb el dit.
Jo em sento emperador,
enfilat a la mà del senyor,
amb la meva caputxa de
cuir plena de cintes.
Hi ha moviment,
xivarri, renills i piafar,
i els mossos de canilla
que deslliguen i aquissen els gossos.
Ja s'acosta el moment,
el senyor m'amanyaga,
vol una llebre grossa,
flairosa de llentiscle
(jo també sóc poeta).
El cor em bat amb força.
I ara, en aquests
moments, jo sóc l'amo i senyor
del món i de la gent.
Tots a dins del meu cercle,
pendents de mi,
esperant com em perdo i retorno,
com el meu vol es va
cenyint, calcula,
veu la llebre
temorenca.
Els ulls són com
sagetes, les urpes s'aguditzen
i un vertigen dolcíssim
m'aclapara.
Cel i terra són u,
arbres i núvols, l'herba i la pell
esquerpa de la llebre.
No veig res, una força
se m'endú cap avall,
cap el pou del no-res,
i baixo com un llamp.
¿Per quina
voluntat em regeixo?
¿Quina és la força
obscura que se m'endú, quins fils
mouen les meves ales,
quin foc
pot escalfar
tant la sang del meu
cos?
Ara, a les urpes, ja hi
tinc la llebre morta,
olorosa de terra i de
llentiscle.
Tot s'ha acabat, ja
s'ha ensorrat l'imperi.
El falconer major
em deixarà esquinçar
un tros de fetge càlid...
Riurà el senyor amb
els seus amics; després,
i amb el meu caputxot
tot ple de cintes,
em sentiré ridícul.
Allò
que fa oblidar-se, dura sempre tan poc!
Narcís Comadira (Enigma,
1985)
CETRERÍA
Ahora soy un halcón y
sobre la mano de mi señor
me aferro. Respiro el
aire limpio de la mañana
y el olor del terciopelo y las martas, el sudor de los caballos,
el heno pisado, los vapores
que suben de la tierra.
Hierbas y pequeñas flores, gemado tapiz que veré
desde arriba, cuando en círculos, espléndido,
observe mis dominios, el prado, los arbustos,
el riachuelo, la liebre escurridiza.
Y los caballos, los perros y el señor,
con sus caballeros y el cetrero mayor,
pajes y servidores, todos igual de pequeños,
repartidos sobre el prado...
Ahora el señor me dice: quiero una liebre gorda,
olorosa de lentisco (mi señor es poeta),
mientras me acaricia el plumaje con el dedo.
Yo me siento emperador, sobre la mano del señor,
con mi capucha de cuero llena de cintas.
y el olor del terciopelo y las martas, el sudor de los caballos,
el heno pisado, los vapores
que suben de la tierra.
Hierbas y pequeñas flores, gemado tapiz que veré
desde arriba, cuando en círculos, espléndido,
observe mis dominios, el prado, los arbustos,
el riachuelo, la liebre escurridiza.
Y los caballos, los perros y el señor,
con sus caballeros y el cetrero mayor,
pajes y servidores, todos igual de pequeños,
repartidos sobre el prado...
Ahora el señor me dice: quiero una liebre gorda,
olorosa de lentisco (mi señor es poeta),
mientras me acaricia el plumaje con el dedo.
Yo me siento emperador, sobre la mano del señor,
con mi capucha de cuero llena de cintas.
Hay movimiento,
alboroto, relinchos y piafar,
y los mozos de jauría que desatan y azuzan los perros.
Ya se acerca el momento, el señor me acaricia,
quiere una liebre gorda, olorosa de lentisco
(yo también soy poeta). El corazón me late con fuerza.
Y ahora, en estos momentos, yo soy el amo y señor
del mundo y de la gente. Todos en mi círculo,
están pendientes de mí, esperando como voy y vengo,
como mi vuelo se va ciñendo, calcula,
ve la liebre medrosa.
Los ojos son como flechas, las zarpas se agudizan
y un vértigo dulcísimo me abruma.
Cielo y tierra son una sola cosa, árboles y nubes, la hierba y la piel
arisca de la liebre. No veo nada, una fuerza
me arrastra hacia abajo, hacia el pozo de la nada,
y desciendo como una centella. ¿Por qué
voluntad me rijo?
y los mozos de jauría que desatan y azuzan los perros.
Ya se acerca el momento, el señor me acaricia,
quiere una liebre gorda, olorosa de lentisco
(yo también soy poeta). El corazón me late con fuerza.
Y ahora, en estos momentos, yo soy el amo y señor
del mundo y de la gente. Todos en mi círculo,
están pendientes de mí, esperando como voy y vengo,
como mi vuelo se va ciñendo, calcula,
ve la liebre medrosa.
Los ojos son como flechas, las zarpas se agudizan
y un vértigo dulcísimo me abruma.
Cielo y tierra son una sola cosa, árboles y nubes, la hierba y la piel
arisca de la liebre. No veo nada, una fuerza
me arrastra hacia abajo, hacia el pozo de la nada,
y desciendo como una centella. ¿Por qué
voluntad me rijo?
¿Cuál es la oscura
fuerza que me arrastra, qué hilos
mueven mis alas, qué fuego
calienta
tanto la sangre de mi cuerpo?
Ahora, en las zarpas, ya tengo la liebre muerta,
olorosa de tierra y de lentisco.
Todo se ha acabado, ya se ha hundido el imperio.
El cetrero mayor
me dejará desgarrar un trozo del hígado caliente...
Reirá el señor con sus amigos; después,
y con mi capuchón lleno de cintas,
me sentiré ridículo.
¡Lo que hace que te olvides de ti mismo, dura siempre tan poco!
mueven mis alas, qué fuego
calienta
tanto la sangre de mi cuerpo?
Ahora, en las zarpas, ya tengo la liebre muerta,
olorosa de tierra y de lentisco.
Todo se ha acabado, ya se ha hundido el imperio.
El cetrero mayor
me dejará desgarrar un trozo del hígado caliente...
Reirá el señor con sus amigos; después,
y con mi capuchón lleno de cintas,
me sentiré ridículo.
¡Lo que hace que te olvides de ti mismo, dura siempre tan poco!
Narcís Comadira
(Versión de Pedro Casas Serra)
No hay comentarios:
Publicar un comentario