Teu nome é quase indiferente
e nem teu rosto já me inquieta.
A arte de amar é exatamente
a de ser poeta.
Para pensar em ti, me basta
o próprio amor que por ti sinto:
és a idéia, serena e casta,
nutrida do enigma do instinto.
O lugar da tua presença
é um deserto, entre variedades:
mas nesse deserto é que pensa
o olhar de todas as saudades.
Meus sonhos viajam rumos tristes
e, no seu profundo universo,
tu, sem forma e sem nome, existes,
silencioso, obscuro, disperso.
Todas as máscaras da vida
se debruçam para o meu rosto,
na alta noite desprotegida
em que experimento o meu gosto.
Todas as mãos vindas ao mundo
desfalecem sobre o meu peito,
e escuto o suspiro profundo
de um horizonte insatisfeito.
Oh! que se apague a boca, o riso,
o olhar desses vultos precários,
pelo improvável paraíso
dos encontros imaginários!
Que ninguém e que nada exista,
de quanto a sombra em mim descansa:
- eu procuro o que não se avista,
dentre os fantasmas da esperança!
Teu corpo, e teu rosto, e teu nome,
teu coração, tua existência,
tudo - o espaço evita e consome:
e eu só conheço a tua ausência.
Eu só conheço o que não vejo.
E, nesse abismo do meu sonho,
alheia a todo outro desejo,
me decomponho e recomponho...
Cecilia Meireles, Viagem, 1939.
PERSONAJE
Tu nombre me es casi indiferente
y ni tu rostro ya me inquieta.
El arte de amar es exactamente
el de ser poeta.
Para pensar en ti, me basta
el propio amor que por ti siento:
eres la idea, serena y casta,
nutrida del enigma del reflejo.
El lugar de tu presencia
es un desierto, entre diversidades:
pero en ese desierto es en el que piensa
la mirada de todas las saudades.
Mis sueños viajan rumbos tristes
y, en su profundo universo,
tú, sin forma y sin nombre, existes,
silencioso, oscuro, disperso.
Todas las máscaras de la vida
se inclinan hacia mi rostro,
en la alta noche desprotegida
en que experimento mi gozo.
Todas las manos venidas al mundo
desfallecen sobre mi pecho,
y escucho el suspiro profundo
de un horizonte insatisfecho.
¡Oh! ¡que se borre la boca, la risa,
el mirar de esos rostros precarios,
por el improbable paraíso
de los encuentros imaginarios!
¡Que nadie y que nada exista,
de cuanto la sombra en mí descansa:
- yo busco lo que no se avista,
de entre los fantasmas de la esperanza!
Tu cuerpo, y tu rostro, y tu nombre,
tu corazón, tu existencia,
todo - el espacio evita y carcome:
y yo sólo conozco tu ausencia.
Yo sólo conozco lo que no veo.
Y, en ese abismo de mi sueño,
ajena a todo otro deseo,
me descompongo y arreglo...
Cecilia Meireles
(Versión de Pedro Casas Serra)
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