La siguiente poesía, “Dios bondadoso“, es una rogativa para pedirle a Dios que me ayudara a encontrar mi media naranja. No es irreverente -ninguna poesía mía lo es- ni burlona -yo no lo soy. Solo es ligeramente irónica frente a la imagen terrible de Dios que ofrece el Antiguo Testamento. Contrasta la vida de Adán y Eva con la nuestra.
DIOS BONDADOSO
Dios bondadoso,
que conocemos por terceros
y eres asidero de desgracias,
hiciste a Eva compañera de Adán
- fuiste bueno en esa ocasión.
Porque Adán ya tenía
por casa el Paraíso,
sus necesidades cubiertas
y la compañía de todos los animales.
Pero estaba solo,
y a lo mejor, para distraerse,
hablaría con su reflejo en el agua
o escucharía el eco de su voz en la montaña.
Lo tenía todo:
situación, vivienda, confort,
automóvil, velero, vacaciones en Hawai,
empleo fijo, pensión de jubilación...
Pero estaba solo
y aburrido
y había perdido el interés
por lo que tenía,
quizás porque necesitaba
que lo tuvieran a él.
Y tú, Dios,
- fuiste bueno en esa ocasión -
le diste a Eva,
formada de una de sus costillas.
La hiciste de él mismo,
de su propia materia,
para que la sintiese más suya
y necesitara más unirse a ella.
Ahora es diferente,
el mundo está repleto
de cuerpos sin costilla y de costillas sueltas
- es un verdadero maremagnum -
y cada cual, como puede,
busca el trozo que le falta de su puzle.
Por eso, yo te pido,
Dios - que a veces eres bueno -:
¿No habría manera de señalar las piezas,
numerarlas, marcarlas,
buscar algún sistema de identificación
que facilitara emparejarlas?
Pedro Casas Serra, Mi cuerpo es mi presente (2008)
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