A
VIDA VERDADEIRA
Pois
aqui está a minha vida.
Pronta
para ser usada.
Vida
que não se guarda
nem
se esquiva, assustada.
Vida
sempre a serviço da vida.
Para
servir ao que vale
a
pena e o preço do amor.
Ainda
que o gesto me doa,
não
encolho a mão: avanço
levando
um ramo de sol.
Mesmo
enrolada de pó,
dentro
da noite mais fria,
a
vida que vai comigo é fogo:
está
sempre acesa.
Vem
da terra dos barrancos
o
jeito doce e violento
da
minha vida: esse gosto
da
água negra transparente.
A
vida vai no meu peito,
mas
é quem vai me levando:
tição
ardente velando,
girassol
na escuridão.
Carrego
um grito que cresce
cada
vez mais na garganta,
cravando
seu travo triste
na
verdade do meu canto.
Canto
molhado e barrento
de
menino do Amazonas
que
viu a vida crescer
nos
centros da terra firme.
Que
sabe a vinda da chuva
pelo
estremecer dos verdes
e
sabe ler os recados
que
chegam na asa do vento.
Mas
sabe também o tempo
da
febre e o gosto da fome.
Nas
águas da minha infância
perdi
o medo entre os rebojos.
Por
isso avanço cantando.
Estou
no centro do rio,
estou
no meio da praça.
Piso
firme no meu chão,
sei
que estou no meu lugar,
como
a panela no fogo
e
a estrela na escuridão.
O
que passou não conta?
indagarão
as bocas desprovidas.
Não
deixa de valer nunca.
O
que passou ensina
com
sua garra e seu mel.
Por
isso é que agora vou assim
no
meu caminho.
Publicamente
andando.
Não,
não tenho caminho novo.
O
que tenho de novo
é
o jeito de caminhar.
Aprendi
(o caminho me ensinou)
a
caminhar cantando
como
convém a mim
e
aos que vão comigo.
Pois
já não vou mais sozinho.
Aqui
tenho a minha vida:
feita
à imagem do menino
que
continua varando
os
campos gerais
e
que reparte o seu canto
como
o seu avô
repartia
o cacau
e
fazia da colheita
Feita
à imagem do menino
mas
à semelhança do homem:
com
tudo que ele tem de primavera
de
valente esperança e rebeldia.
Vida,
casa encantada,
onde
moro e mora em mim,
te
quero assim verdadeira
cheirando
a manga e jasmim.
Que
me sejas deslumbrada
como
ternura de moça
rolando
sobre o capim.
Vida,
toalha limpa,
vida
posta na mesa,
vida
brasa vigilante
vida
pedra e espuma,
alçapão
de amapolas,
o
sol dentro do mar,
estrume
e rosa do amor:
a
vida.
Há
que merecê-la.
Thiago
de Mello, Faz escuro
mas eu canto,
1999.
LA
VIDA VERDADERA
Aquí,
pues, está mi vida.
Lista
para ser usada.
Vida
que no se protege
ni
se escabulle, asustada.
Al
servicio de la vida.
Para
servir lo que vale
la
pena y valor de amor.
Por
más que el gesto me duela,
no
encojo la mano: avanzo
llevando
un ramo de sol.
Aunque
cubierta de polvo,
aún
en la noche más fría,
la
vida que me acompaña arde:
está
siempre encendida.
Procede
de los barrancos
la
forma dulce y violenta
de
mi vida: ese gusto
de
agua negra cristalina.
La
vida va por mi pecho,
pero
es ella quien me lleva:
tizón
ardiente velando,
giganta
en la oscuridad.
Soporto
un grito que crece
más
y más en la garganta,
hincando
su espiga triste
en
la verdad de mi canto.
Canto
mojado y fangoso
de
niño del Amazonas
que
vio la vida crecer
en
trozos de tierra firme.
Que
sabe llega la lluvia
por
el temblor de los árboles,
sabe
leer los recados
que
trae en alas el viento.
Mas
sabe también el tiempo
de
fiebre y el gusto a hambre.
En
las aguas de mi infancia
superé
los remolinos.
Por
eso avanzo cantando.
Estoy
en medio del río,
en
el centro de la plaza.
Piso
seguro en el suelo,
sé
que estoy en mi lugar,
como
la olla en el fuego,
la
estrella en la oscuridad.
¿No
cuenta lo que pasó?
Preguntan
los inconscientes.
No
deja de valer nunca.
Lo
que pasó nos enseña
con
su garra y con su miel.
Por
eso ahora yo voy
por
mi camino marchando.
Andando
públicamente.
No
tengo un camino nuevo.
Lo
que sí tengo de nuevo
es
la manera de andar.
Aprendí
(por el camino)
a
recorrerlo cantando
cómo
me conviene a mí
y
a los que conmigo van.
Pues
ya no camino solo.
Aquí,
pues, está mi vida:
hecha
a la imagen del niño
que
continúa varando
los
campos que son comunes
y
que reparte su canto
como
hacía antes su abuelo
que
repartía el cacao
y
hacía de la cosecha
una
isla de salvación.
Hecha
a la imagen del niño
pero
semejante al hombre:
llena
de la primavera,
de
esperanza y rebeldía.
Vida,
casita encantada,
donde
vivo y vive en mí,
te
quiero así verdadera
oliendo
a mango y jazmín.
Que
dejes encandilado
como
ternura de moza
rodando
sobre el jardín.
Vida,
aquel limpio mantel,
vida
encima de la mesa,
vida
brasa vigilante
vida
piedra y vida espuma,
escotillón
de amapolas,
el
sol dentro de la mar,
mantillo
y rosa de amor:
la
vida.
Hay
que merecerla.
Thiago
de Melo, Está oscuro
pero canto,
1999.
(Versión
de Pedro Casas Serra)
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