sábado, 5 de noviembre de 2022

Sobre la poesía, mis poemas y otras cosas 216 (mis comentarios en airesdelibertad.com)

Las campanillas - como de trineos enjaezados sobre la nieve - traen siempre recuerdos de alegría, pero la alegría, si es forzada y obligatoria, dura poco (recuerdo las caras de muertos vivientes que vi en el metro de Barcelona una madrugada de un dia primero de año).

Las esencias de la copla, como visionar una película de Juan de Orduña.

Nuestras Navidades tienen los colores de los cuadros de nuestros grandes pintores.

No se puede desdeñar nada en la vida, todo es un regalo.

Muere un amigo y los versos son como clavos con que vamos cerrando su ataúd. No podemos volverlo -ese es nuestro fracaso-, no podemos seguir junto a él -esa es la victoria de la muerte-, hemos de cortar cabos y ver cómo se va. Y nos duele como si nos arrancaran una parte de nosotros -lo cual es cierto, por lo demás. Consolémonos con lo que nos queda -de él (y de nosotros).

Me imagino leyendo un poema en la plaza del Ángel caído del parque del Retiro de Madrid.

La belleza está en los contrastes: la oscuridad y la luz, la tristeza y la alegría...

La magia del cine, de la canción, que nos hacía a sus interpretes tan cercanos, como si fueran compañeros de nuestras primeras experiencias. Rita Hayworth en "Gilda", película turbadora para nuestras adolescencias reprimidas y tan necesitadas de expansión. El cine americano era nuestro paraíso prohibido en la España de la dictadura franquista. Dudo que hubiéramos podido sobrevivir sin él.

No hay como la luz otoñal que parece dorarlo todo. (Cuando de niño viví en Madrid era una ciudad de cielo siempre limpio; ahora sé que a veces está contaminado. Para la salud de sus habitantes, la paleta de sus pintores y los versos de sus poetas esperemos que esto se arregle pronto -pero, ¿a quién se le ocurre poner una autopista, la M-30, en medio de una ciudad?)

¡No sabemos la suerte que tenemos de vivir en esta Tierra! Nuestro cielo está construido a su imagen.

Las fases del desamor: dolor, perplejidad, nostalgia y superación.

YULE (Para Carlos Alberto Gallardo Chambonnet, “gallnnet”) https://sientopasareltiempo.blogspot.com/2021/04/yule.html No conocía la palabra -el Yule-, pero quería escribir este año un poema dedicado al solsticio de invierno (en el hemisferio norte) causa de todas las celebraciones que las diferentes culturas y religiones han hecho coincidir en estas fechas. Busqué en Google y me quedé con el nombre que le daban los celtas y otras tribus del norte de Europa. (En un viaje a los paises bálticos que hice en junio hace años, descubrí la enorme importancia que en estos países, que sufren un invierno tan frío y prolongado, se da a la celebración del solsticio de verano, entonces comprendí la importancia de las estaciones para la vida en la tierra, que la civilización urbana a menudo nos tapa.) El poema está dedicado a mi apreciado y admirado maestro gallnnet por ser el descubridor y difusor del "dodecasílabo continuo" que he empleado en el poema (aunque usando de algún encabalgamiento para evitar un ritmo excesivamente marcado). El dodecasílabo es un verso muy empleado en el castellano antiguo (antes de la entrada del endecasílabo desde Italia) pero en su mayor parte se usaban los versos dodecasílabos con cesura, bien central u otras, creando hemistiquios iguales o desiguales. Yule es el nombre que daban los habitantes del norte de Europa al solsticio de invierno, en que celebraban que se acabaran los días en que las noches eran más largas y empezara el sol a lucir más tiempo, regenerándose toda la naturaleza. Las sociedades antiguas vivían más en contacto con la naturaleza, de la que dependían, por eso sus celebraciones y sus divinidades estaban relacionadas con ella. Los solsticios y los equinocios son el origen de todas las fiestas religiosas actuales. Ahora vivimos de los recuerdos de esas tradiciones y nuestra sociedad urbana vive de espaldas a los ciclos de la naturaleza, pero antes, en las sociedades agrícolas que tanto dependían del sol para sus cosechas y más en los países nórdicos, superar el invierno era una prueba de esfuerzo y que se empezara a alargar el día se veía con alivio y auténtica alegría que se prestaba a todo tipo de celebraciones. El verso dodecasílabo era ya muy empleado en la poesía castellana antigua (Juan Martín nos da en su comentario a este tema un ejemplo con una "poesía de amigo" galaico-portuguesa que lo utiliza) pero siempre era utilizado con algún tipo de cesura, dejando dos (o tres) hemistiquios, iguales o desiguales. Gallnnet es, no sé si el inventor -porque en verso clásico, todo está inventado- pero seguro un gran virtuoso y difusor del dodecasílabo continuo (sin cesura), verso que da a las composiciones una dulce melodía, algo parecida a la de endecasílabo de gaita gallega. (Resulta difícil escribir (quizá hasta imposible) todo un poema en dodecasílabos continuos, pero en combinación con otros con los mismos acentos -en 3, 7 y 11 sílabas- pero cesurados, y utilizando también el encabalgamiento en algunos versos, se consigue un bello resultado. Los pueblos antiguos son iguales a los modernos pero sin adelantos científicos. A través de las cantigas y las poesías provenzales los dos extremos de la península se daban la mano. Las composicines medievales populares eran menos exigentes con la métrica, además el acentuar todos los versos en quinta sílaba ya daba a la composición una regularidad que le permite ser interpretada musicalmente. Toda trascendencia está basada en una previa inmanencia, el hombre crea sus soluciones desde sus necesidades. La métrica, como todo, es cuestión de práctica. Lo más importante es cogerle el ritmo a cada metro, después te salen los versos solos. 

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