He recordado los versos de Pedro Salina: "Para vivir no quiero islas,
palacios, torres. ¡Qué alegría más alta: vivir en los pronombres!" Los
poetas vivimos en las palabras, y las palabras son el mayor invento de
la humanidad.
Como el volcán, el poeta no duerme nunca, solo descansa, y un buen día vuelve a rugir con más fuerza si cabe.
Todos los soñadores han sido tachados alguna vez de locos cuando solo veían más lejos que los demás.
Naturalmente
duelen todas las ilusiones destruidas, pero luego te consuelas pensando
que es muy difícil hacer realidad las ilusiones... hasta que te
ilusionas de nuevo -quizá protegiéndote un poco más, con alguna reserva
mental, más rico en experiencia, menos exigente...
Andar sin que importe adónde, este es el mensaje de Walden de Henry David Thoreau, un libro que recomiendo fervorosamente.
La vida https://sientopasareltiempo.blogspot.com/2021/03/la-vida-sombras-adormecidas.html Este es un tema muy personal en el que cada uno aporta su visión, que
además acostumbra a cambiar con el tiempo. Nos debatimos en el misterio,
quisiéramos tener más certezas pero hemos de acostumbrarnos a vivir sin
ellas. Quizás la muerte esté ya al principio y la vida no sea más que
un descuento y la muerte una amiga que nos permite vivir. La vida
siempre es demasiado corta, tanto para la rosa que vive solo unos días
como para el elefante centenario. Que el pesimismo me haya visitado por
un momento, me hizo pensar: ¿realmente tienes una visión pesimista de la
vida?, porque, de ser así, no soy consciente de ello. Esta mañana, al
despertar, se me han ocurrido unas razones que transcribo: Nací de unos
padres buenos y cariñosos, pero separados. Me educaron en unos principios,
pero resultaron irreales. Resultó que el mundo funcionaba de manera
distinta y tuve que adaptarme a él. Necesitaba satisfacer mi amor, pero
los cauces marcados me lo impedían. Estaba preparado para entender, pero
no para adaptarme. Creía en el amor, pero desconocía el sexo. Ignoraba
que el sexo al final condiciona el amor. Creía que la bondad de
intención era suficiente, pero desconocía la fuerza de la maldad. Tenía
confianza en el futuro, en mi voluntad y carácter, sin saber que una
enfermedad puede destruirlo todo en un instante. Pensaba que existían
límites éticos infranqueables y me encontré con que, quienes no los
tenían, jugaban con ventaja. Me vi obligado al banquillo durante años y
comprendí que no podía seguir en la competición. Tenía que vivir a mi
aire, con mis reglas y mis metas, aprender a circular en sociedad
esquivando los obstáculos, transigiendo si quieres con lo insalvable,
reservando mis ideas y sentimientos a la intimidad, conviviendo con
situaciones odiosas, instituciones represoras y personajes oprobiosos.
Hice lo que pude por cambiar las cosas, pero siempre poco, siempre
insuficiente, siempre a nivel personal, porque las estructuras de poder
estaban hechas para perpetuarse y resistir. Me refugié en la belleza, el
arte, la amistad y el amor, buscando una libertad que se me negaba
fuera de estos ámbitos y necesitaba, y a mi manera fui feliz. Yo creo
que al hacernos mayores todos nos esforzamos por encontrar formas de
consuelo que hagan menos amarga la muerte. Yo las busco más en la
filosofía. Así lo expreso Kavafis en su poema, Ítaca:"Ten siempre a
Ítaca en tu mente. / Llegar allí es tu destino. / Mas no apresures nunca
el viaje. / Mejor que dure muchos años / y atracar, viejo ya, en la
isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin aguantar a que
Ítaca te enriquezca." La vida es como un viaje por lugares
inesperados, no se puede planear, hay que adaptarse a las
circunstancias. Yo siempre digo que somos deseo insatisfecho. Pues bien,
en una colección de libros sobre filósofos, he leído que Schopenhauer
decía que los hombres somos deseo, voluntad, querer, que desaparece con
la muerte. Creo que no necesariamente la vida tiene que tener algún
sentido, quizás nos esforzamos en encontrárselo para calmar nuestra
angustia frente a la muerte. Saber vivir ya no es fácil, pero aún lo es
más saber morir. Las dudas nos acompañan hasta la muerte, pero quizá más
que preocuparme lo que hay en el más allá (que creo que no hay nada),
me preocupa lo que he hecho en el más aquí, sobre todo los errores, las
cobardías, las insuficiencias que no voy a poder remediar, que no me veo
capaz de remediar, y que lamento. Defender las libertades, los espacios
de libertad, es lo primero, y todas están intercomunicadas, cuando
faltan, faltan para todos. Hay que disfrutar de la felicidad mientras
dura y meterla en la mochila para tiempos peores. A vivir no nos enseña
nadie, así que cada uno ha de hacer su escuela. (Como en la poesía,
vamos.) La vida es un regalo envenenado porque cuanto más la disfrutas
más te hace sufrir y cuando más la valoras la pierdes.
martes, 18 de octubre de 2022
Sobre la poesía, mis poemas y otras cosas 198 (mis comentarios en airesdelibertad.com)
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