He pensado en una tía mía - mi tía Rosita - que siempre decía: "Cuando
yo era joven todo estaba prohibido." Hoy han cambiado bastante las cosas
pero hay que seguir luchando.
He sido en varias ocasiones
objeto de robos al descuido y me he dado cuenta que los ladrones
utilizan siempre la técnica de crear una situación que te sea incómoda
(empujón, apretujón, tropezón...) al objeto de distraer tu atención. Los
ladrones tienen más difícil robar a quien está alerta y eso vale para
todos.
La verdad es como un espejo roto en muchos pedazos y solo
por los pedazos que vamos recogiendo y juntando nos hacemos una idea
aproximada de ella.
Todo es belleza en la naturaleza: ver
llover, ver después salir el sol sobre un paisaje lavado que se llena de
olor y de luminosidad... En las ciudades estamos lejos de eso y
ensordecidos por mil ruidos. Mi perra Daira me enseñó a oír cuando
íbamos por la calle, al tirar de la cadena antes de que yo percibiera el
sonido que ella ya había oído.
El despistado tiene la ventaja
sobre los demás de que vive dos vidas: la real y la soñada (siempre que
vigile la luz del semáforo cuando cruza la calle).
La presencia del agua cambia cualquier paisaje.
Es hermoso encontrar esa mano en el hombro, esa palabra en el oído.
La vida está hecha de dormires y despertares.
La verdad hay que buscarla en los rincones.
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