domingo, 6 de diciembre de 2015

“É PRECISO FAZER ALGUMA COISA” de Thiago de Mello (De Poesia comprometida com a minha e a tua vida, 1975)

É PRECISO FAZER ALGUMA COISA

Escrevo esta canção porque é preciso.
Se não a escrevo, falho com um pacto
que tenho abertamente com a vida.
E é preciso fazer alguma coisa
para ajudar o homem.
Mas agora.
Cada vez mais sozinho e mais feroz,
a ternura extraviada de si mesma,
o homem está perdido em seu caminho.
É preciso fazer alguma coisa
para ajudá-lo. Ainda é tempo.
É tempo.
Apesar do próprio homem, ainda é tempo.
Apesar dessa crosta que cultivas
com amianto e medo, ainda é tempo.
Apesar da reserva delicada
das toneladas cegas mas perfeitas
de TNT pousada sobre o centro
de cada coração — ainda é tempo.
No Brasil, lá na Angola, na Alemanha,
na ladeira mais triste da Bolívia,
nesta poeira que embaça a tua sombra,
na janela fechada, no mar alto,
no Próximo Oriente e no Distante,
na nova madrugada lusitana
e na avenida mais iluminada
de New Yoirk. No Cuzco desolado
e nas centrais atômicas atônitas,
em teu quarto e nas naves espaciais
— é preciso ajudá-lo.
Nas esquinas
onde se perde o amor publicamente,
nas cantigas guardadas no porão,
nas palavras escritas com acrílico,
quando fazes o amor para ti mesmo.
Na floresta amazônica, nas margens
do Sena e nos dois lados deste muro
que atravessa a esperança da cidade
onde encontrei o amor
— o homem está
ficando seco como um sapo seco
e a sua casa já se transformou
em apenas local de seu refúgio.
Lá na Alameda de Bernardo O′Higgins
e no sangue chileno que escorria
dos corpos dos obreiros fuzilados,
levados para a fossa em caminhões
pela ferocidade que aos domingos
sabe se ajoelhar e cantar salmos.
Lá na terra marcada como um boi
pela brasa voraz do latifúndio.
Dentro do riso torto que disfarça
a amargura da tua indiferença,
na mágica eletrônica dourada,
no milagre que acende os altos-fornos,
no desamor das mãos, das tuas mãos,
no engano diário, pão de cada noite,
o homem agora está, o homem autômato,
servo soturno do seu próprio mundo,
como um menino cego, só e ferido,
dentro da multidão.
Ainda é tempo.
Sei por que canto: se raspas o fundo
do poço antigo da tua esperança,
acharás restos de água que apodrece.
É preciso fazer alguma coisa,
livrá-lo dessa situação voraz
da engrenagem organizada e fria
que nos devora a todos a ternura,
a alegria de dar e receber,
o gosto de ser gente e de viver.
É preciso ajudar.
Porém primeiro,
para poder fazer o necessário,
é preciso ajudar-me, agora mesmo,
a ser capaz de amor, de ser um homem.
Eu que também me sei ferido e só,
mas aconchego este animal sonoro
que reina poderoso em meu peito.
Thiago de Mello, Poesia comprometida com a minha e a tua vida, 1975.

ES PRECISO HACER ALGO

Escribo esta canción porque es preciso.
Si no la escribo, falto al pacto
que abiertamente tengo con la vida.
Y es preciso hacer algo
para ayudar al hombre.
Pero ya.
Cada vez más solo y más feroz,
extraviada de sí misma la ternura,
el hombre está perdido en su camino.
Es preciso hacer algo
para ayudarlo. Aún es tiempo.
Es tiempo.
A pesar del propio hombre, aún es tiempo.
A pesar de esa costra que cultivas
con amianto y miedo, aún es tiempo.
A pesar de la delicada reserva
de las ciegas pero perfectas toneladas
de TNT puestas sobre el centro
de cada corazón — aún es tiempo.
En Brasil, allá en Angola, en Alemania,
en la ladera más triste de Bolivia,
en la polvareda que levanta sombra,
en la ventana cerrada, en la alta mar,
en el Próximo Oriente y en el Lejano,
en la nueva madrugada lusitana
y en la avenida más iluminada
de New York. En el Cuzco desolado
y en las centrales atómicas atónitas,
en tu cuarto y en las naves espaciales
es preciso ayudarlo.
En las esquinas
donde se pierde públicamente el amor,
en las canciones guardadas en el sótano,
en las palabras escritas con acrílico,
cuando te haces el amor a ti mismo.
En la selva amazónica, en las orillas
del Sena y en los dos lados de este muro
que atraviesa la esperanza de la ciudad
donde encontré el amor
— el hombre se está
quedando seco como un sapo seco
y su casa se transformó ya
en sólo su lugar de refugio.
Allá en la Alameda de Bernardo O'Higgins
y en la sangre chilena que escurría
de los cuerpos de los obreros fusilados,
llevados a la fosa en camiones
por la ferocidad que los domingos
sabe arrodillarse y cantar salmos.
Allá en la tierra marcada como un buey
por la brasa voraz del latifundio.
Dentro de la risa tonta que disfraza
la amargura de tu indiferencia,
en la mágica electrónica dorada,
en el milagro que enciende los altos hornos,
en el desamor de las manos, de tus manos,
en el diario engaño, pan de cada noche,
está ahora el hombre, el hombre autómata,
triste siervo de su propio mundo,
como un niño ciego, solo y herido,
dentro de la multitud.
Aún es tiempo.
Sé por qué canto: si rascas el fondo
del viejo pozo de tu esperanza,
hallarás restos de agua que se pudre.
Es preciso hacer alguna cosa,
librarlo de esa voraz situación,
del engranaje organizado y frío
que nos devora a todos la ternura,
la alegría de dar y recibir,
el gusto de ser persona y de vivir.
Es preciso ayudar.
Sin embargo, primero,
para poder hacer lo necesario,
es preciso ayudarme, ahora mismo,
a ser capaz de amar, de ser un hombre.
Yo que me sé también herido y sólo,
pero acojo este animal sonoro
que reina poderoso en mi pecho.
Thiago de Mello, Poesía comprometida con mi vida y la tuya, 1975.
(Versión de Pedro Casas Serra)

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