LA CHARCA
Hasta aquí me trajo la soledad
que sirviéndome de traje me acompaña.
¿Qué más da que me mueva entre la gente
si entre ella no hallan eco mis palabras?
He caminado mucho, doblado mil esquinas
para no hallar detrás sino otra esquina y otra.
He gritado, he cantado, he hablado, he suspirado...
y mi voz se ha perdido entre millones de otras.
Por eso, al divisar la flor de las adelfas
en el arroyo seco, me he acercado
y he encontrado la charca de aguas verdes,
festoneada de juncos y de cañas, similar a un espejo,
y cansado, me he echado junto a ella, en su orilla,
y he entornado los ojos para hallar el reposo
y encontrarme a mí mismo ya que no encuentro a otro
que atienda mis razones y me entregue las suyas.
Y al abrirlos he visto dobladas mis facciones
y la misma pregunta al fondo de otros ojos,
y me he alzado deprisa, en un acto reflejo,
dispuesto a abalanzarme en el agua a su encuentro
cuando una mano firme me ha aferrado del hombro,
y al girarme, he encontrado, junto a mí, a mi reflejo.
Pedro Casas Serra (27-09-1992)
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