martes, 3 de enero de 2023

Sobre la poesía, mis poemas y otras cosas 275 (mis comentarios en airesdelibertad.com)

Nacemos donde nos toca, pero nuestra vida la construimos o destruimos nosotros.

Amor de la poesía, casi seguro que ningún otro te ha sido tan fiel.

Ser árbol no es mala cosa. Los árboles se mueven, se comunican, se ayudan (según los libros que sobre ellos he leído) y nos ayudan a purificar el aire. Tenemos mucho que aprender de ellos y de la naturaleza en general. En un mundo cada vez más contaminado, los humanos hemos de replantearnos nuestra manera de vivir, ser más árboles.

Covid-19: Todo termina alguna vez, solo cabe esperar que la pandemia acabe pronto y que vivamos para contarlo.

Si las cosas no son como quisiéramos, querámoslas como son (se trata de una receta que las hace más soportables).

Vivir en Santiago de Compostela tiene que ser como vivir un sueño. Hay dos ciudades españolas que me tienen el corazón robado, una es Santiago, la otra, Granada. Y las dos, bañadas en agua.

Dar es recibir.

Nuestras inseguridades dan la medida de nuestra humanidad.

No conviene llorar solo.

No doy ningún poema mío por acabado.

El niño abandonado https://sientopasareltiempo.blogspot.com/2019/12/1997-11-22-el-nino-abandonado.html ¿No dudas, a veces, si tus recuerdos, sobre todo los más antiguos, son reales o ficticios? Celia, una amiga mía, vivió toda la vida con la impresión de que no era igualmente querida por su madre que su hermana pequeña, y a los 66 años, sola (mortalmente enferma, aunque lo ignoraba) cogió un tren y se fue hasta una capital de provincia, y de allí en taxi hasta un pueblo perdido, siguiendo el rastro de un papel que había hallado por casualidad en casa de su madre, y así conoció a la mujer que la había criado de niña, los hermanos de leche que tenía y la casa en que había vivido, donde la había dejado su madre cuando la tuvo siendo soltera. Su madre le ocultó la realidad hasta su muerte (la de Celia). No se puede ser valiente sin antes haber sentido miedo (y haberlo superado). El relato va de esos traumas infantiles de los que apenas queda memoria pero que pueden condicionar nuestra conducta de adultos. Somos nuestra infancia.

 

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