A MIGUEL HERNÁNDEZ
A quien oído aguza, de Miguel
suena la voz en los campos que amaba,
que fueron suyos mientras los andaba,
pastoreando rimas como él.
Miguel de los amores y Miguel
que ante tanto dolor se rebelaba,
corazón de cristal que tintineaba
con dulzura, guiándonos tras él.
Miguel, que deja un rastro de azucenas,
de claveles y rosas, de verbenas
que deshojadas llevan hasta él.
Miguel: Te fuiste lejos, pero dejas
tus versos, que zumbando como abejas,
nos recuerdan: Miguel, Miguel, Miguel...
Pedro Casas Serra, Ad líbitum, 2015
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