viernes, 9 de julio de 2010

El velero

EL VELERO


No te engañé. Te dije que lo nuestro

sería como embarcar en un velero,

que enfilando alta mar

deja la costa cada vez más lejos,

y que iniciado el viaje,

abandonar resulta muy difícil.


No sé si me creíste. Vivías un momento

de tantas ilusiones, de pasión tan grande

que tal vez no me oíste,

no quisiste escucharme

o bien pensaste

que era tan solo imagen de poeta.


Levamos anclas. ¡Y fueron unos años

tan felices sin que una nube

ensombreciera el plateado espejo!

¡Vivimos sensaciones!, ¡cruzamos horizontes!,

¡fondeamos en amores tan profundos

que el mar inmenso no puede contenerlos!


Pero llegó la tempestad, silbaba el viento,

el velero crujía

zarandeado por los elementos,

y cuando todo parecía perdido

y el barco zozobrar,

presa del pánico saltaste por la borda.


La calma regresó, el maltrecho velero

siguió su rumbo,

pero no eran ya dos sus tripulantes,

y el que quedaba

sintió la soledad del holandés errante,

y que parte de él mismo

flotaba a la deriva entre las aguas.


Pedro Casas Serra (1988)

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