ROSALINDA
Estaba Rosalinda en un jardín
con un libro de amor entre las manos.
Era todo silencio que rompía
un ruiseñor a veces con su canto
y el agua de la pila de una fuente
cayendo como lágrimas de un plato.
El balancín en que se hallaba echada
y que con dulce pie iba impulsando
mientras pasaba páginas del libro,
pausadamente hasta quedar parado
disminuyó su ritmo. Rosalinda,
con el libro mecido en su regazo,
acompasadamente respiraba
y así dormida se quedó, soñando
que un príncipe venía desde el cielo
al galope veloz de su caballo
y que luego, acercándose hasta ella,
un beso le ponía sobre el labio.
Despertó Rosalinda y vio que un ojo
tras una nube el sol le iba guiñando.
Pedro Casas Serra (30-10-2011)
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