EL PREMIO
El hombre eminente no hacía sino recibir distinciones. Tras el de sus compatriotas, le llegó el reconocimiento de la Academia, y mientras esperaba en su butaca, adormecido por la edad y los trajines, lo único que se representaba en su cabeza era a su madre alzando con orgullo la bacinilla y diciéndole: ¡Bravo, Luisito!
Pedro Casas Serra (28-11-2011)
¡Ay, Pere, este microrrelato es triste! Bueno, entre triste y de humor negro.
ResponderEliminarNo te conocía esta faceta de microcuentista, y me alegro de descubrirla.
Un abrazo.
El humor y la ternura combinan bien en poesía, Fany.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pedro