martes, 25 de octubre de 2016

Mi barrio

MI BARRIO


Mi barrio fue creado con cartabón y escuadra

por un racionalista ingeniero militar,

sus calles se entrecruzan perpendicularmente

y sus esquinas tienen la forma de chaflán.


Se construyó hace un siglo cuando se derribaron

las antiguas murallas de mi vieja ciudad,

extendiéndose ésta por su desierto entorno,

entonces destinado a campo a cultivar.


Triunfaba en aquel tiempo una clase burguesa

su fuerza y su dinero deseosa de mostrar,

que en aquel nuevo barrio llamado del Ensanche

se construyó sus casas y otras para alquilar.


Las casas de mi barrio

ofrecen escondidos

mil tesoros del arte

para ojos atrevidos.


Sus robustas paredes, de piedra habitualmente,

tienen muy bellamente sus caras trabajadas

por maestros canteros que las ornamentaron,

unas con filigranas, otras almohadilladas.


Sus hermosas fachadas están enriquecidas

con bellos esgrafiados, pinturas y azulejos

de temas alegóricos al arte y al comercio

y también al negocio de su amos egregios.


Sus puertas merecieron especial atención:

de roble construidas, macizas y talladas,

góticas iniciales de los que las pagaron

floreadas las presiden en su dintel labradas.


Acostumbran lucir,

altas en sus fachadas,

de Jesús y la Virgen

imágenes sagradas.


Ventanas y balcones se encuentran protegidos

con barandas de hierro, de forja o fundición

- en otras ocasiones, de piedra de arenisca -

que en complejos dibujos libran competición.


Solo generalmente en pisos principales,

puestas en las esquinas o centrando fachadas,

sobresalen tribunas cuyas grandes ventanas

forman multicolores vidrieras emplomadas.


Las casas de mi barrio no tienen un estilo

del todo definido, parecen querer ser

un muestrario de todos, como estando apenadas

de no tener más sitio para más dejar ver.


Veo muchos forasteros

con cara de sorpresa

recogiendo en sus cámaras

de ellas memoria expresa.


A mí no me sorprende, pues, aunque sean de piedra,

altivos pavo reales soportan sus balcones,

enormes lagartijas corren por sus paredes

y enmarcan sus ventanas alegres girasoles.


La gente de mi barrio, como si fueran príncipes

de siempre acostumbrados a comer cada día

ante servicios de oro y copas de cristal,

lo habita indiferente a tanta fantasía.


Son para ella viejos, suelos multicolores

y techos decorados, por lo que incluso algunos

en aras al progreso y a la modernidad,

han bajado los otros o cubierto los unos.


Futuros arqueólogos

se lo agradecerán

cuando tales tesoros

a la luz sacarán.


Pedro Casas Serra (07-08-1992)

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