La conciencia de mi enfermedad https://sientopasareltiempo.blogspot.com/2019/09/1992-06-12-la-conciencia-de-mi.html
Lo primero, conviene no confundir un trastorno del estado de ánimo
(depresivo o bipolar) con la ciclotimia, alteraciones del humor que
tienen mucha gente. Es lo mismo pero multiplicado por mil. Hasta donde
yo sé, el trastorno bipolar es una enfermedad del estado de ánimo que
cursa con episodios de depresión y de euforia (la depresión viene a ser
una caricatura desorbitada en intensidad y duración de la tristeza; la
euforia lo es de la alegría). Su causa es una alteración en las
transmisiones nerviosas del cerebro, que regula una sustancia llamada
serotonina. Se cree que se transmite genéticamente, aunque no es una
enfermedad hereditaria (de aparición inevitable). Acostumbra a aparecer
pasados los veinte años de edad. Su desencadenante es un estrés muy
fuerte (no importa que sea a causa de una circunstancia buena o mala).
Una vez desencadenada la enfermedad, las circunstancias exteriores no la
afectan (sean buenas o malas). Por consiguiente, es inútil buscar
causas externas a la enfermedad, fuera del propio desarreglo nervioso
cerebral. También es inútil pedir al enfermo que tenga fuerza de
voluntad, que ponga algo de su parte, que se anime, que no sea tan
egoísta, que piense en los demás, que no sea vago, etc... porque solo se
aumenta su sufrimiento inútilmente (la enfermedad paraliza
absolutamente la capacidad de reacción del enfermo; sus actos no son
culpa suya sino de la enfermedad que padece). Requiere tratamiento
médico para su curación. Sin dicho tratamiento, su evolución es mucho
peor y existe riesgo de suicidio. El trastorno bipolar es difícil de
diagnosticar, confundiéndose a menudo con la depresión. Una vez
diagnosticado, el tratamiento busca estabilizar el estado de ánimo del
enfermo. Al enfermo le es difícil tomar conciencia de la enfermedad que
padece, al afectar ésta a su estado de conciencia, lo que hace que
abandone a menudo el tratamiento y recaiga. Si la enfermedad convive con
otras afecciones, como alcoholismo, drogadicción, etc... su tratamiento
es mucho más difícil. Una vez recuperado el equilibrio del estado de
ánimo, en la mayoría de casos se precisa tomar medicación toda la vida
para evitar la recaída (se considera enfermedad crónica). Esta
enfermedad, por su dificultad de diagnóstico y tratamiento, produce unos
efectos destructivos muy graves en la vida del paciente y en su entorno
(laborales, familiares, sociales). Además del tratamiento
farmacológico, ayuda mucho a la recuperación del equilibrio, mantener en
todo momento a raya el estrés, mediante unos hábitos de vida saludables
en cuanto a comidas, descanso, sueño, etc... lo que hace aconsejable
que a la vez que el tratamiento farmacológico se siga un tratamiento
psicoterapeútico. Las alteraciones graves y persistentes del sueño
constituyen un primer síntoma de su aparición. Existen diferentes
tratamientos farmacológicos para el tratamiento de esta enfermedad. El
tratamiento que mejores resultados ha dado hasta el presente consiste en
la ingestión de sales de litio, bajo control médico y con periódicas
analíticas para evitar su posible toxicidad. El padecimiento de la
enfermedad no ocasiona deterioro mental, por lo que, una vez recuperado
de ella, el enfermo mantiene la misma capacidad intelectual que antes de
padecerla. Numerosas personalidades de diferentes campos del arte, la
ciencia, la religión o la política han padecido esta enfermedad ellos
mismos o personas de su entorno familiar más próximo, por lo que se la
asocia con la genialidad. Afortunadamente yo hace muchos años que
permanezco eutímico sin precisar medicación. El diagnóstico de la
enfermedad no es fácil, aunque ahora, que existe un mayor conocimiento
médico sobre la misma, es más rápido que cuando yo la sufrí, en que
tardaron diez años en diagnosticarme correctamente. Tampoco es sencillo
su tratamiento, pues no todos los pacientes responden por igual a los
fármacos, y encontrar el producto y la dosis adecuados puede resultar
lento. Las enfermedades del estado de ánimo -depresión o trastorno
bipolar- no se consideran enfermedades sino cuando impiden a quien las
padece un vida digna, normal, sin sufrimiento. Es por tanto una cuestión
de grado respecto a las normales alteraciones del estado de ánimo en
las personas (ciclotimia) que son reacciones normales a las
circunstancias y que tienen una intensidad y duración normales. Se trata
de una enfermedad como cualquier otra, pero que afecta al cerebro; y,
como cualquier otra enfermedad, tiene tratamiento. El problema es que
los métodos diagnósticos (analíticas, pruebas mecánicas) de las
enfermedades mentales prácticamente no existen y el diagnóstico tiene
que ser siempre clínico, a través de un sondeo por el médico, y muchos
médicos no tienen la formación necesaria para ello. El tratamiento
médico farmacológico es imprescindible para su curación, pues sin él,
aunque puede remitir espontáneamente, el plazo se alarga muchísimo
(años) y existe el riesgo de suicidio. Más que miedo, la enfermedad
produce angustia, porque el enfermo no sabe lo que le está pasando, se
da cuenta de que no es dueño de sus actos y piensa que se está volviendo
loco. En ese sentido, cae en una situación de despersonalización, de
dudas sobre sí mismo. Esta situación cuesta de superar incluso después
de vencida la enfermedad, no es sencillo recuperar la confianza en uno
mismo. Las personas que rodean al enfermo pueden pueden influir positiva
o negativamente en su curación: hay personas incapaces de entender la
enfermedad y otras, por el contrario, totalmente comprensivas con ella.
Existen asociaciones de enfermos y familiares que ayudan mucho a
convivir con la enfermedad. Con los años, uno queda curado de espantos y
de manías, y sólo piensa que su experiencia puede ser útil a otros.
Esta es la razón de la publicación de estos versos. Siempre ha habido
mucho desconocimiento sobre las enfermedades mentales, lo que ha
ocasionado graves consecuencias. Conozco por experiencia que la
frontera entre salud mental y enfermedad es muy ténue y fácilmente
traspasable por todos, aunque hoy afortunadamente tratable. Las
enfermedades mentales no son distintas al resto de enfermedades:
digestivas, respiratorias, coronarias, etc..., tratables y curables. De
las enfermedades crónicas, uno no se cura del todo nunca, pero procura
tenerlas controladas e irlas sumando (hasta que llega la que te mata).
Respecto al tratamiento con litio, el criterio médico actual -desde hace
muchos años-, es de mantenerlo de por vida, pero cuando yo empecé a
tomar litio, hace 25 años, el criterio médico era que, si el tratamiento
con litio mantenía la estabilidad del estado de ánimo del enfermo
durante tres años seguidos, podía probarse a retirar paulatinamente el
tratamiento. Eso es lo que se hizo en mi caso, con éxito, pues desde
entonces me mantengo estable sin tratamiento médico alguno. De ningún
modo aconsejo a los pacientes de trastorno bipolar que abandonen el
tratamiento que les garantiza una estabilidad emocional, y menos sin el
consejo y el seguimiento de su médico (como con frecuencia algunos hacen
con lamentables resultados). Es peor no tener conciencia de la
enfermedad, porque en ese estado la confusión es total. A partir de
tomar conciencia es posible empezar a poner remedio. En mi caso, la
poesía, que no había practicado desde el colegio, la recuperé al estar
enfermo, como la pintura también. Tuvieron una función terapéutica.
Tardé diez años, entre ser correctamente diagnosticado y correctamente
tratado, y tres años más en regular bien mi estado de ánimo, lo que me
llevó a quedar al margen de lo que es la vida social ordinaria, con su
competitividad, formas de ascenso, etc... partido en el que yo por mis
circunstancias no podía jugar. Esto supuso un cambio radical en mis
forma de vida y escala de valores. Por fortuna el resultado final fue
positivo.
He recordado el libro de Cortázar, “Rayuela”, ese que
podía abrirse por cualquier capítulo, y en el juego que le sirve de
título, que, como la vida, unas veces nos lleva hacia delante y otras
hacia atrás.
Es difícil conocer las razones de por qué somos como somos, pero igual que no somos como fuimos, podemos no ser como seremos.
En un instante puede desaparecer todo y entenderlo nos ha de ayudar a disfrutar más de la vida.
La única certeza es que todo acaba en ceniza.
sábado, 1 de enero de 2022
Sobre la poesía, mis poemas y otras cosas 128 (mis comentarios en airesdelibertad.com)
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