PÍA Y PÍA QUE PÍA…
Pía y pía que pía,
reclama la avecica al infinito,
y su madre, al momento,
le llena la boquita de alimento.
Salmodia, noche y día,
la monjita, encerrada en su convento,
y Dios, al ruego atento,
de su cuerpo le entrega un pedacito.
Y yo, que estoy solito,
que te pido con toda cortesía,
que lloro, que suspiro y me lamento,
que hasta me desgañito...
¿ni siquiera un besito?
Pedro Casas Serra (09-10-2011)
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