EL ZAREVICH IVÁN Y EL LOBO GRIS
Una vez, en
tiempos muy remotos, vivía en su retiro el zar Vislav con sus tres
hijos, Demetrio, Basilio e Iván. Poseía un espléndido jardín en el que
había un manzano que daba frutos de oro. Lo quería el zar como a las
niñas de sus ojos y lo cuidaba con gran esmero.
Un día el zar
echó en falta varias manzanas de oro y se desconsoló tanto que
enflaqueció de tristeza. Los zareviches, sus hijos, al verlo así le
dijeron:
- Padre y señor, permítenos que, alternándonos, montemos guardia a tu manzano predilecto.
-
Os lo agradezco mucho, hijos míos -les contestó-, y al que logre coger
al ladrón y me lo traiga vivo le daré la mitad de mi reino y a mi muerte
será mi heredero.
Le tocó la primera noche hacer la guardia al
zarevich Demetrio, quien apenas se sentó al pie del manzano se quedó
profundamente dormido. Por la mañana, cuando despertó, vio que al árbol
le faltaban más manzanas.
Tocóle el turno la segunda noche al
zarevich Basilio, y ocurrióle lo mismo, pues le invadió un sueño tan
profundo como a su hermano.
Llegó el turno al zarevich Iván.
Acababa de sentarse al pie del manzano cuando sintió un gran deseo de
dormir; se le cerraban los ojos y daba cabezadas. Entonces, haciendo un
gran esfuerzo, se puso en pie, se apoyó en su arco y se quedó así
esperando.
Iluminóse de el jardín a medianoche y apareció, no se
sabe por donde, el Pájaro de Fuego, que se puso a picotear las manzanas
de oro.
Iván Zarevich tendió su arco y le lanzó una flecha; pero logró tan solo hacerle perder una pluma y el pájaro se pudo escapar.
Al despertarse el zar, Iván Zarevich le contó quién hacía desaparecer las manzanas de oro y le entregó la pluma.
Dio las gracias el zar a su hijo menor y elogió su valor; pero sintieron envidia sus hermanos y le dijeron a su padre:
-
No creemos que sea una gran proeza arrancar a un pájaro una pluma.
Nosotros iremos en busca del Pájaro de Fuego y te lo traeremos.
El
zar reflexionó unos instantes y al fin consintió en ello. Los
zareviches Demetrio y Basilio se prepararon para el viaje e iniciaron el
camino. Iván Zarevich pidió también permiso a su padre para que lo
dejase marchar, y aunque este intentó disuadirle, al final lo dejó
partir.
Iván Zarevich, después de atravesar llanuras y montañas,
se encontró en un lugar del que partían tres caminos, y donde había un
poste con la inscripción siguiente: “El que tome el camino de enfrente
no llevará a cabo su empresa, porque perderá el tiempo en diversiones;
el que tome el de la derecha, conservará la vida, pero perderá su
caballo, y el que siga el de la izquierda, morirá”.
Iván Zarevich, tras pensárselo un rato, tomó el camino de la derecha.
Y
siguió adelante un día tras otro, hasta que apareció en el camino un
lobo gris que se abalanzó sobre el caballo y lo despedazó. Iván continuó
a pie, y andando, andando, hasta que sintió gran cansancio y se detuvo a
reposar un poco; pero le invadió una gran pena y rompió en llanto.
Entonces se le apareció de nuevo el Lobo Gris, que le dijo:
- Lamento, Iván Zarevich, haberte privado de tu caballo; por lo tanto, montate sobre mí y dime dónde quieres que te lleve.
Montóse
Iván Zarevich sobre él, y apenas nombró al Pájaro de Fuego, el Lobo
Gris echó a correr tan rápido como el viento. Al llegar frente a un muro
de piedra, paróse y dijo a Iván:
- Escala este muro que rodea un
jardín en el que está el Pájaro de Fuego encerrado en su jaula de oro.
Coge el pájaro, pero guárdate bien de tocar la jaula.
Iván Zarevich saltó el muro y se encontró en medio del jardín.
Sacó
al pájaro de la jaula y ya se iba, cuando pensó que no le resultaría
fácil llevarlo sin la jaula. Decidió pues cogerla, y apenas la tocó
cuando sonaron mil campanillas que pendían de infinidad de cuerdecitas
tendidas en la jaula. Despertáronse los guardianes y prendieron a Iván
Zarevich, llevándolo ante el zar Dolmat, el cual le dijo enfadado:
- ¿Quién eres? ¿De qué país provienes? ¿Cómo te llamas?
Contóle Iván su historia, y el zar le dijo:
-
¿Te parece digna del hijo de un zar la acción que has cometido? Si
hubieses venido a mí directamente y me hubieses pedido el Pájaro de
Fuego, yo te lo habría dado de buen grado; pero ahora tendrás que ir a
mil leguas de aquí y traerme el Caballo de las Crines de Oro, que
pertenece al zar Afrón. Si lo consigues, te entregaré el Pájaro de
Fuego, y si no, no te lo daré.
Regresó Iván Zarevich junto al Lobo Gris que, al verle, le dijo:
- ¡Ay, Iván! ¿Por qué no hiciste caso de lo que te dije? ¿Qué haremos ahora?
-
He prometido al zar Dolmat que le traeré el Caballo de las Crines de
Oro -contestóle Iván-, porque si no, no me dará el Pájaro de Fuego.
- Bien, pues montate otra vez sobre mí y vamos allá.
Y
más rápido que el viento se lanzó el Lobo Gris, llevando sobre sí a
Iván. Por la noche se hallaba ante la caballeriza del zar Afrón y otra
vez habló el Lobo a nuestro héroe de esta forma:
- Entra en la
cuadra; los mozos duermen profundamente; saca de ella al Caballo de las
Crines de Oro; pero no vayas a coger la rienda, que también es de oro,
porque si lo haces tendrás un gran disgusto.
Iván Zarevich entró
con gran sigilo, desató el caballo y miró la rienda, y al verla tan
preciosa le gustó tanto, que sin poderse contener, alargó la mano solo
para tocarla. No bien la hubo tocado, cuando empezaron a sonar todas las
campanillas que estaban atadas a las cuerdas tendidas sobre ella. Se
despertaron los guardianes, apresaron a Iván y lo llevaron ante el zar
Afrón, que al verlo gritó:
- ¡Dime de qué país eres y cuál es tu origen!
Iván Zarevich le contó su historia, a la que el zar le replicó:
-
¿Y te parece bien robar caballos siendo hijo de un zar? Si te hubieses
presentado a mí, te habría regalado el Caballo de las Crines de Oro;
pero ahora tendrás que ir muy lejos, a mil leguas de aquí, a buscar a la
infanta Elena la Bella. Si consigues traérmela, te daré el caballo y
también la rienda, y si no, no te lo daré.
Iván prometió cumplir la voluntad del zar y salió. Al verlo el Lobo Gris le dijo:
- ¡Ay, Iván Zarevichh! ¿Por qué me has desobedecido?
-
He prometido al zar Afrón -contestó Iván- que le traeré a Elena la
Bella. Es preciso que cumpla mi promesa, porque si no, no me dará el
caballo.
- Bien; no te desanimes, que también te ayudaré en esta nueva empresa.
Montó
de nuevo Iván sobre el Lobo, que salió disparado como una flecha. No
sabemos la duración del viaje, pero al final paróse el Lobo ante a una
verja dorada que cercaba el jardín de Elena la Bella. Al detenerse, le
dijo el Lobo a Iván:
- - Voy a ser yo quien esta vez lo haga todo. Espéranos a la infanta y a mí en el prado al pie del roble verde.
Obedecióle Iván, y el Lobo saltó la verja, escondiéndose detrás de unos zarzales.
Salió
al atardecer Elena la Bella al jardín para dar un paseo acompañada de
sus damas y doncellas, y cuando llegaron junto a los zarzales donde
estaba escondido el Lobo Gris, salió este a su encuentro, cogió a la
infanta, saltó la verja y desapareció.
Llevó el Lobo a la infanta junto a Iván Zarevich y le dijo:
- Móntate, Iván; coge en tus brazos a Elena la Bella y vámonos en busca del zar Afrón.
Iván,
al ver a Elena la Bella, préndose de tal modo de sus encantos, que se
le desgarraba el corazón al pensar que tenía que dejársela al zar Afrón,
y sin poder contenerse rompió en amargo llanto.
- ¿Por qué lloras? -preguntóle entonces el Lobo Gris.
¿Cómo no he de llorar si me he enamorado de Elena y se la he de dar al zar Afrón?
-
Pues escuchame -le contestó el Lobo. Yo me transformaré en infanta y tú
me llevarás ante el zar. Cuando te dé el Caballo de las Crines de Oro,
márchate inmediatamente con ella, y yo, cuando pienses en mí, volveré a
reunirme contigo.
Cuando llegaron al reino del zar Afrón, el Lobo
se revolcó en el suelo y quedó transformado en la infanta Elena la
Bella; y mientras que el zarevich Iván se presentaba con la fingida
infanta ante el zar, la verdadera se quedó en el bosque esperándole.
Alegróse grandemente el zar Afrón al verles y enseguida le dio el caballo prometido, despidiéndole con mucha cortesía.
Iván
Zarevich montó sobre el caballo, llevando consigo a la infanta, y se
dirigió hacia el reino del zar Dolmat para que le entregase el Pájaro de
Fuego.
Mientras tanto, el Lobo Gris seguía viviendo en el
palacio del zar Afrón. Pasó un día, otro y otro más, hasta que al cuarto
le pidió al zar permiso para dar un paseo por el campo. Consintió el
zar, y salió la supuesta Elena acompañada de damas y doncellas; pero de
pronto desapareció sin que sus acompañantes pudieran decir al zar otra
cosa sino que se había transformado en un lobo gris.
Seguía Iván Zarevich su camino con su amada, cuando una punzada sintió en el corazón, y se dijo:
- ¿Dónde estará ahora mi amigo el Lobo Gris?
Y en el mismo instante se le presentó este diciendo:
- Aquí me tienes. Siéntate, Iván, si quieres, en mi lomo.
Pusiéronse los tres en marcha y, por fin, llegaron al reino de Dolmat; cerca ya del palacio, el zarevich le dijo al Lobo:
-
Amigo mío, hazme si puedes el último favor; yo quisiera que el zar
Dolmat me entregase el Pájaro de Fuego sin tener que dejarle el Caballo
de las Crines de Oro, pues lo querría conservar a mi lado.
Transformándose el Lobo en caballo, dijo al zarevich:
- Llévame ante el zar Dolmat y recibirás el Pájaro de Fuego.
Mucho
se alegró el zar al ver a Iván, a quien dispensó una gran acogida. Le
dio las gracias por haberle traído el Caballo de las Crines de Oro, le
obsequió con un gran banquete, y solo cuando empezaba a anochecer le
dejó marchar, entregándole el pájaro con jaula y todo.
Acababa de
salir el sol, cuando Dolmat, impaciente por probar su caballo nuevo,
mandó que lo ensillaran, y montándose en él salió a dar un paseo; pero
en cuanto estuvieron en el campo, empezó a dar coces el caballo y a
encabritarse hasta tirarlo al suelo. Entonces vio el zar con gran
asombro, como el Caballo de las Crines de Oro se transformaba en un lobo
gris que desaparecía con la rapidez de una flecha.
Llegóse el Lobo hasta donde estaba Iván Zarevich y le dijo:
- Móntate sobre mí mientras que la hermosa Elena lo hace sobre el Caballo de las Crines de Oro.
Entonces lo llevó hasta dónde al principio del viaje le había matado el caballo, y le dijo:
- Adiós, Iván Zarevich; te serví fielmente, pero debo dejarte.
Y desapareció.
Iván Zarevich y Elena la Bella se dirigieron al reino de su padre; pero estando ya cerca quisieron descansar al pie de un árbol.
Ató
Iván el caballo, la jaula con el Pájaro de Fuego la puso junto a sí, se
echó en el musgo y se durmió; Elena la Bella se durmió a su lado.
Entre
tanto, los hermanos de Iván volvían a su casa con las manos vacías. En
la encrucijada, habían elegido el camino que se veía enfrente; bebieron,
se divirtieron mucho y ni siquiera oyeron hablar del Pájaro de Fuego.
Una vez malgastado todo su dinero, decidieron volver al reino de su
padre, y cuando regresaban vieron al pie de un árbol a su hermano Iván
que dormía al lado de una joven de belleza indescriptible. El Caballo de
las Crines de Oro estaba atado junto a él, y también descubrieron al
Pájaro de Fuego encerrado en su jaula.
Los zareviches desenvainaron sus espadas, mataron a su hermano e hicieron pedazos su cuerpo.
Despertóse Elena, y al ver muerto y destrozado a Iván rompió en amargo llanto.
- ¿Quién eres, hermosa joven? - preguntó el zarevich Demetrio.
Y ella le contestó:
- Soy la infanta Elena la Bella; el zarevich Iván, a quien habéis matado, fue a buscarme a mi reino.
-
Escucha, Elena -le dijeron los zareviches-; haremos lo mismo contigo si
no dices que fuimos nosotros los que te sacamos de tu reino, lo mismo
que al caballo y al pájaro.
Temió Elena la muerte y prometió decir todo lo que le ordenasen.
Entonces
los zareviches Demetrio y Basilio la llevaron, junto con el caballo y
el pájaro, a casa de su padre y se alabaron ante él de su arrojo y
valentía. Estaban los zareviches muy satisfechos, pero la hermosa Elena
lloraba sin parar, el Caballo de las Crines de Oro caminaba con la
cabeza tan baja que casi le tocaba al suelo, y el Pájaro de Fuego estaba
triste y deslucido; tanto, que el resplandor que desprendía su plumaje
era muy débil.
El cuerpo destrozado de Iván quedó por un tiempo
al pie del árbol, y cuando empezaban a acercarse fieras y aves de rapiña
para devorarlo, acertó a pasar por allí el Lobo Gris, que se estremeció
al reconocer el cuerpo de su amigo.
- ¡Pobre Iván Zarevich! ¡Apenas te dejé, te sobrevino una desgracia! Es menester que te auxilie una vez más.
Ahuyentó
a los pájaros y fieras que rodeaban el cuerpo de su amigo y se escondió
detrás de un zarzal. Al poco vio venir volando a un cuervo que,
acompañado de sus pequeñuelos, venía a picotear en el cadáver; cuando
pasaron frente a él, saltó desde el zarzal y se abalanzó sobre los
pequeños; pero el Cuervo padre le gritó:
- ¡Oh, Lobo Gris! ¡No te comas a mis hijos!
- Los despedazaré si no me traes el agua de la muerte y el agua de la vida.
Elevó
el vuelo el cuervo y se perdió de vista. Regresó al tercer día con dos
frascos; el Lobo Gris entonces despedazó a uno de los cuervecitos, lo
roció con el agua de la muerte, y al momento los pedacitos se juntaron
de nuevo; cogió el frasco del agua de la vida, lo roció igualmente con
ella y el cuervecito sacudió sus plumas y se echó a volar.
Repitió el Lobo Gris con el zarevich la misma operación de las dos aguas, que le hicieron resucitar y levantarse, diciendo:
- ¿Cuánto tiempo he dormido?
El Lobo Gris le contestó:
-
Habrías dormido eternamente si no te hubiese resucitado, porque tus
hermanos, tras matarte, hicieron pedazos tu cuerpo. Hoy tu hermano
Demetrio se casa con Elena la Bella y el zar cede su reino a tu hermano
Basilio a cambio del Caballo de las Crines de Oro y el Pájaro de Fuego;
pero sube sobre tu Lobo Gris, que en un abrir y cerrar de ojos te
llevará a presencia de tu padre.
Cuando el Lobo apareció ante el
palacio acompañado del zarevich, todo volvió a la vida: sonrió Elena la
Bella secando sus lágrimas; oyóse relinchar en los establos al Caballo
de las Crines de Oro, y el Pájaro de Fuego brilló de tal manera, que
llenó de luz todo el palacio.
Al entrar Iván en el palacio vio
los preparativos para el banquete y que estaban ya reunidos los
invitados a la boda de Demetrio y Elena. Esta, al ver a su antiguo
prometido, se le echó al cuello abrazándolo con fuerza; pasado este
primer impulso, contó al zar que fue Iván quien la sacó de su reino, y
quien consiguió traer al Caballo de las Crines de Oro y al Pájaro de
Fuego; que después, mientras Iván dormía, le habían matado sus hermanos y
que a ella le habían hecho callar con amenazas. El zar Vislav, lleno de
cólera, ordenó que expulsasen de su reino a sus dos hijos mayores.
El zarevich Iván se casó con Elena la Bella y vivieron una vida de paz y de amor.
¡Al Lobo Gris no se le volvió a ver más, ni nadie se acordó de él nunca!
Aleksandr Nikolayevich Afanasiev
viernes, 15 de octubre de 2021
El zarevich Iván y el Lobo Gris (Cuentos populares rusos de Aleksandr Nikolayevich Afanasiev )
(Versión poetizada de Pedro Casas Serra)
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