MONÓLOGO DEL HOMBRE QUE LEVITA
Primero fue la necesidad de despegarme, el ochenta por ciento de lo que había en el suelo no me gustaba: suciedad, colillas, papeles, escupitajos, cáscaras de fruta... también estaban los pisotones, las zancadillas y los empujones.
Para ayudarme me compré un canario y también me ponía arias de ópera en el tocadiscos, se trataba de conseguir elevarme. Tenía precedentes: los números de levitación de los circos y los ermitaños de la antigüedad.
Y un día al salir de casa olvidé los zapatos. ¡No me los había olvidado! ¡No los necesitaba! La señal “No pisar el césped” ya no tenía sentido para mí. Pero ahora no sé si seguir porque la tierra en las fotos desde los satélites ¡es tan bonita!
No hay comentarios:
Publicar un comentario