lunes, 8 de marzo de 2010

La boda de los príncipes

LA BODA DE LOS PRÍNCIPES


Por razones de Estado

habían de casarse

un príncipe y una princesa.


Como no se conocían

hicieron reunirse

a su paje y su doncella.


- Mi Señora es delicada como una flor,

y a la mano que la acaricia,

le procura su fragancia.


- Mi Señor es fuerte como un roble,

bajo su inmensa copa

todos hallan protección.


- Mi Señora es un blanco cisne,

por su elegancia y belleza

destaca entre todas las mujeres.


- Mi Señor es un toro de lidia,

si le provocan embiste,

si le dejan tranquilo pace.


- Mi Señora aprecia los perfumes,

el tacto de las sedas,

el sabor de los dulces.


- Mi Señor gusta de la caza,

la leche fermentada,

la fruta silvestre.


- Mi Señora disfruta con la música,

las veladas de teatro,

las sesiones de danza.


- Mi Señor se levanta al alba,

y acompañado de sus perros

inicia largas marchas por el monte.


- Mi Señora tiene los pies pequeños

y también las manos y la cintura,

recuerda en todo a una figurita de porcelana.


- Mi Señor tiene el cuello grueso

y fuertes los pies y las manos,

se asemeja en todo a una escultura griega.


- Mi Señora es amante de escuchar historias,

tejer tapices,

cantar acompañada del laúd.


- Mi Señor aprecia la compañía de los soldados,

el buen vino,

los juegos y las chanzas.


Cuanto más abundaban en razones

más veían el paje y la doncella

las diferencias entre sus amos.


Y pasaron a examinar

aquellos aspectos de su intimidad

que dada su confianza conocían.


- A Mi Señora le gusta ser festejada

y no rinde sus favores

sino tras largo asedio.


- A Mi Señor le gusta que lo obedezcan

y no acepta negativa

por respuesta.


- Mi Señora requiere miramiento,

sutileza en la aproximación,

suavidad en el trato.


- Mi Señor es directo y osado,

mejor que con la boca habla con las manos

que se apoderan de lo que a su vista apetece.


- Mi Señora gusta oír palabras bellas,

notar miradas dulces,

sentir abrazos tiernos.


- Mi Señor aprecia que alaben su hombría,

se plieguen a su fuerza,

reconozcan su valor.


- Mi Señora necesita que la acaricien

de la cabeza a los pies,

para abrirse al deseo.


- A Mi Señor, para sentir deseo

le basta con un olor

que despierte su instinto.


- Mi Señora queda insatisfecha

si la acción se adelanta a su deseo

y aborrece a quien así la trata.


- Mi Señor sufre decepción

si la acción y el deseo son breves

y aburre a quien se la produce.


Así hablaban los dos emisarios

preocupados por las diferencias

que separaban a sus amos.


En este punto calló el paje

y tras largo silencio

dijo a la doncella:


Nuestros Señores no pueden ser más diferentes

pero su unión es necesaria

pues razones de Estado la aconsejan.


Mucha será la infelicidad

que esta unión

traerá a sus corazones.


¡Suerte tienen de tenernos a nosotros

que al conocerlos tan bien y quererlos tanto

les serviremos de consuelo!


Pedro Casas Serra (22-01-2001)

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