sábado, 23 de enero de 2010

Primera visita a la sauna

PRIMERA VISITA A LA SAUNA


A la entrada – discretamente

privada por las plantas -

un conserje -desagradablemente

amanerado – te cobra el ticket

y te da la llave, un paño, una toalla

y unas zapatillas. Siguiendo un pasillo

llegas al vestuario repleto de espejos

por los que mirar, mirarle, mirarte,

mirarse, miraros. Has llegado al reino

de la mirada: esquiva, angulada,

rápida, oculta, inapreciable..

Te quitas la ropa, enrollas el paño,

echas la toalla, calzas zapatillas

y de la muñeca, te cuelgas la llave.

Ya dispuesto, bajas por una escalera

y lo primero que ves, es la piscina

de agua burbujeante, de la que, desnuda,

la gente entra y sale cual de una pecera.

Gente que al cruzarse apenas se mira,

que no se saluda pero que se sigue

al reino del tacto. Este da comienzo

en el laberinto: totalmente oscuro,

música suave, camastros con cuerpos

que aguardan pacientes en total reposo.

Junto a él la sauna – de breve visita

dado su calor – y luego el vapor

- donde es como adentrarse en una nube -

y tantendo encuentras otro cuerpo

que también te tantea en mutuo reconocimiento.

Luego vais a la sala común de duchas

- paraíso de mirones – y pasado

el cuartito de la televisión

- todo un toque hogareño – y el bar,

llegáis a las cabinas de masaje…


Pedro Casas Serra (01-06-1992)

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