lunes, 30 de septiembre de 2024

2020-03-01 a 2020-04-12 RECUERDOS DURANTE EL CONFINAMIENTO: EL DOCTOR CÓNIL

2020-03-01 a 2020-04-12 RECUERDOS DURANTE EL CONFINAMIENTO: EL DOCTOR CÓNIL

Lloret de Mar fue mi paraíso en la tierra. Cuando llegaban las vacaciones de verano, mi madre nos recogía a mi hermana y a mí en Madrid y, tras pasar por Barcelona y cerrar el piso, nos íbamos con mi hermana mayor y la criada, en el coche de mi tío Miguel, a Lloret de Mar, un pueblo de la Costa Brava donde alquilábamos cada temporada una casa para pasar los cuatro meses que duraban entonces las vacaciones de verano.

Lloret era un pueblo precioso con una gran playa de arena gruesa y otras pequeñas calas entre rocas y pinos. Tenía una iglesia con una cúpula de azulejos de colores que relucía al sol, y una población que se repartía entre pescadores y agricultores. Por las mañanas, los hombres arreglaban las redes en la playa; por las tardes, las mujeres sacaban la silla a la puerta para hacer encaje de bolillos; y al anochecer, salían las barcas a pescar.

También estábamos los veraneantes, en su mayoría de Barcelona, que íbamos a pasar el verano. Algunas familias eran propietarias de torres con jardín situadas en el paseo frente al mar o en la rambla; otras, como nosotros, alquilaban casas del pueblo. Todos nos conocíamos, pues muchas de nuestras madres habían estudiado, de niñas, internas en un colegio que una orden de monjas francesas tenía a la salida del pueblo.

Lloret tenía también un cementerio muy bonito lleno de hermosas tumbas, muchas de ellas en estilo modernista, mandadas construir por indianos, hombres del pueblo que se habían ido a hacer las Americas y regresado tras haberse enriquecido allí.

Bañándonos en la playa por las mañanas; en largas siestas, excursiones en bicicleta por los alrededores y viendo alguna película en el cine con butacas de madera, los fines de semana: así se nos pasaba el verano.

Nunca he querido volver a Lloret, que se ha convertido en una ciudad llena de hoteles, apartamentos y turistas que, borrachos, algunos vomitan por la noche en sus aceras.

Oí contar, de pequeño, que en Lloret vivía un tal doctor Conill (apellido catalán que se lee cuníll y significa conejo), personaje de los más ricos del pueblo, que tenía una masía en sus alrededores. Como el tal doctor considerara que su apellido no sonaba lo suficientemente bien para su posición social, decidió cambiárselo por Cónil, informando de ello a sus sirvientes. Una noche, que estaba cenando en casa con unos amigos, el masovero de su finca, muy nervioso, entró en el comedor gritando: ¡Doctor, doctor, la jaula se ha abierto y todos los cónils se han escapado! 

 Pedro Casas Serra 

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