viernes, 6 de diciembre de 2024

2022-01-06 NO EXISTIR

2022-01-06 NO EXISTIR


soy el que ya comienza a no existir

y el que solloza todavía

ANTONIO GAMONEDA


Despuntaba la luz y era agradable moverse por la ciudad. Nadie en la calle y aquel ambiente tibio, que dejaba soñar con la alegría de un mundo tierno y rosa. Frente a la iglesia de las monjas y el colegio de los frailes pedófilos, un banco en el paseo. En el banco, un muchacho sentado, inmóvil, sin mirada en sus ojos abiertos. Una espina de acero gris, colgaba de su brazo.


Estaba oscuro, era la hora incierta que corre de la noche a la mañana. Un autocar en el semáforo esperaba a una colegiala. ¡Corre, que se va, niña!, oí gritar a mis espaldas. Un chirrido de frenos, y explotó el cuerpo como un globo que estalla. Siguió un silencio de miedo y de esperanza. Después, solo un larguísimo alarido.


Caían esas horas sosegadas, en que solo se espera la llamada a la mesa. Hacían obras en el edificio, tocaba descolgarse para arreglar el patio. Un mosquetón se abrió, gastado por el uso, y flotando, se deslizó la cuerda. Ícaro contra la gravedad, ángel sin alas, intentó inútilmente bracear en el aire siete pisos. Como una flor segada, aún caliente, yace lo que fue vida.


es la presencia inesperada de la muerte

un aire helado

que congela la imagen

y la preserva para siempre


y uno no entiende

qué extrañas circunstancias

se conjuraron para convocarla

qué ingredientes conforman esa pócima

que algunos beben pronto y otros tarde


no sé

supongo que podría como ellos haber muerto

si mi reloj vital

me hubiera conducido

a un encuentro fortuito

golpe de viento

que paraliza el corazón

nubla la vista y diluye el pensar


pero prosigo

más maltrecho

venciendo los obstáculos que salen a mi paso

de una carrera cuyo final presiento

tan asustado como el primer día

 

Pedro Casas Serra

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