viernes, 1 de noviembre de 2019

El flamenco


EL FLAMENCO

Buscando estoy mi amado
y como peregrino
penitente de un castigo divino,
desgrano mi rosario
contemplando los rostros de la gente
en busca de una mirada transparente
que atrape mi mirada soñadora
en el transcurso de mi camino diario.

Gacela ruborosa
que se refugia en la espesura más frondosa,
huye mi amado de mi alcance,
temeroso no fuera depredadora fiera.

A veces veo a alguien que de espaldas
me parece mi amado,
y corro presuroso y al verle de perfil,
decepcionado, veo
que no tiene de mi amado la figura.

Mi amado es un flamenco de plumaje rosado
posado en una pata, indiferente al mundo.

En sueños veo a mi amado encadenado
en un rincón de la ciudad oscuro,
atado a un oficio sin futuro,
la cara sucia, el pelo despeinado,
pringado de sudor, desaseado.

Entonces sueño que lo lavo
con jabón de romero,
que froto fuertemente con mis manos
su parte de delante y su trasero
con esponja marina,
para secarlo luego con esmero
envolviéndolo en toalla grande, suave y fina,
que le perfumo con lavanda el pelo,
le afeito la barba de tres días
y con loción su cara masajeo.

Después, contemplo a mi amado,
apuesto y bien plantado,
alzándose desnudo
de cuerpo entero
y siento lo que Dios posiblemente
sentiría al contemplar a Adán el primer día.

Luego visto a mi amado lentamente
cubriendo su natura con calzoncillos blancos,
con camiseta blanca sus tetillas,
con blanco pantalón sus pantorrillas,
con camisa blanca sus musculosos brazos
y sus ligeros pies... con blancas zapatillas.

Resultando mi amado
obra enteramente mía,
que lo he encontrado,
lavado, vestido y perfumado.

Y tal como lo he hecho lo deshago
desvistiéndolo y dejándolo desnudo
en toda la belleza de su hombría,
gacela trashumante que pasó por delante
y atrapó mi mirada palpitante un día.

Pedro Casas Serra (17-06-1992)

No hay comentarios:

Publicar un comentario