sábado, 9 de octubre de 2021

La zorra, la liebre y el gallo (Cuentos populares rusos de Aleksandr Nikolayevich Afanasiev )

 LA ZORRA, LA LIEBRE Y EL GALLO


Éranse una liebre y una zorra. Vivía la zorra en una cabaña de hielo y la liebre en una choza hecha de fibra de líber. Llegó la primavera y los rayos del Sol derritieron la cabaña de la zorra, mientras que la de la liebre quedó intacta. La astuta zorra pidió albergue a la liebre, y una vez que le fue concedido echó a esta de su casa.

La pobre liebre se puso a caminar por el campo llorando, y tropezó con unos perros.

- ¡Guau, guau! ¿Por qué lloras, Liebrecita? -le preguntaron los Perros.

Les contestó la Liebre:

- ¡Dejadme en paz, Perritos! ¿Cómo queréis que no llore? Tenía yo una choza de líber y la Zorra una cabaña de hielo; se derritió la suya, me pidió albergue y me echó luego de mi propia casa.

- No llores, Liebrecita -le dijeron los Perros-; nosotros la echaremos de tu casa.

- ¡Oh, no! Eso no es posible.

- ¿Cómo que no? Ahora verás.

Se acercaron a la choza y dijeron los Perros:

- ¡Guau, guau! Sal de esta casa, Zorra! ¡Anda!

Pero la Zorra, calentándose al lado de la estufa, les contestó:

- ¡Si no os vais enseguida, saltaré encima vuestro y os despedazaré en un instante!

Los perros se asustaron y echaron a correr. La pobre Liebre se quedó sola, se puso a andar llorando desconsoladamente, y se encontró a un Oso.

- ¿Por qué lloras, Liebrecita? -le preguntó el Oso.

- ¡Déjame en paz, Oso -le contestó. ¿Cómo quieres que no llore? Tenía yo una choza de fibra de líber y la Zorra una cabaña de hielo; al derretirse la suya, me pidió albergue y luego me echó de mi propia casa.

- No llores, Liebrecita -le contestó el Oso-; yo echaré a la Zorra de tu casa.

- ¡Oh, no! No podrás echarla. Los perros lo intentaron y no pudieron; tampoco podrás tú.

Se encaminaron a la choza y el Oso dijo:

- ¡Sal, Zorra, de la casa! ¡Anda!

Pero la Zorra contestó tranquilamente:

- ¡Espera un ratito, que saldré y te despedazaré en un instante!

El Oso se asustó y se marchó. La pobre liebre se puso otra vez a caminar llorando, y se encontró un Toro, que le dijo:

- ¿Por qué lloras, Liebrecita?

- ¡Oh, déjame en paz, Toro! ¿Cómo quieres que no llore? Tenía yo una choza de fibra de líber y la Zorra una de hielo; después de derretirse la suya, me pidió albergue y luego me echó a mí de mi propia casa.

- ¡Por qué poco lloras! Vamos allá, que yo la echaré de tu casa.

- ¡Oh, no, Toro! No podrás echarla. Los Perros quisieron echarla y no pudieron; El Oso lo intentó luego y no pudo; tampoco tú lo lograrás.

- ¡Ya verás!

Se fueron a la choza y gritó el Toro:

- ¡Sal de casa, Zorra!

Pero esta le contestó, sentada al lado de la estufa:

- ¡Aguarda un poquito que saldré y te despedazaré en un abrir y cerrar de ojos!

El Toro, pese a su valentía, tuvo miedo y se fue. Otra vez se quedó sola la pobre liebre y empezó a caminar vertiendo amargas lágrimas, cuando se tropezó con un Gallo que llevaba consigo una guadaña.

- ¡Quiquiriquí! ¿Por qué lloras, Liebrecita?

- Déjame en paz, Gallo. ¿Cómo quieres que no llore? Tenía yo una choza de fibra de líber y la Zorra una de hielo; después de derretirse la suya, me pidió albergue y luego me echó de mi propia casa.

- Vamos, que yo la echaré de allí!

- No, Gallo, no podrás. Los Perros quisieron echarla y no pudieron; el Oso quiso hacerlo y no pudo; el Toro lo intentó, pero sin resultado; tampoco tú podrás hacerlo.

- Ya verás como sí. ¡Vamos!

Se acercaron a la choza, y cantó el Gallo:

- ¡Quiquiriquí! ¡Llevo conmigo una guadaña y quiero despedazar a la Zorra! ¡Sal enseguida de la casa! ¡Anda!

Oyó la Zorra el canto y se asustó:

- Aguarda un ratito -dijo-; estoy vistiéndome.

Cantó el Gallo por segunda vez:

- ¡Quiquiriquí! ¡Llevo conmigo una guadaña y quiero despedazar a la Zorra! ¡Sal de la casa! ¡Anda!

La Zorra, asustándose aún más, le contestó:

- Ya estoy poniéndome el abrigo.

Cantó el Gallo por tercera vez:

- ¡Quiquiriquí! ¡Llevo conmigo una guadaña y quiero despedazar a la Zorra! ¡Sal de la casa! ¡Anda!

La Zorra tuvo un miedo tan grande que salió de la casa, y entonces el Gallo la mató con la guadaña. Luego se quedó a vivir con la Liebre y ambos pasaron la vida en paz y concordia.


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev

(Versión poetizada de Pedro Casas Serra)

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