miércoles, 6 de octubre de 2021

La invernada de los animales (Cuentos populares rusos de Aleksandr Nikolayevich Afanasiev )

 LA INVERNADA DE LOS ANIMALES


Pasaba un toro por un bosque y se encontró con un cordero.

- ¿Adónde vas, Cordero? -le preguntó.

- Busco un refugio contra el frío para el próximo invierno.

- Pues vayamos juntos en su busca.

Continuaron andando los dos y se encontraron con un cerdo.

- ¿Adónde vas, Cerdo? -le preguntó el Toro.

- Busco un refugio para el crudo invierno -contestó el Cerdo.

- Pues vente con nosotros.

Continuaron andando los tres y a poco se les acercó un ganso.

- ¿Adónde vas, Ganso? -le preguntó el Toro.

- Busco un refugio para el invierno -contestó el Ganso.

- Pues síguenos.

Y el ganso continuó con ellos. Anduvieron un rato y dieron con un gallo.

- ¿Adónde vas, Gallo? -le preguntó el Toro.

- Busco un refugio para el invierno -contestó el Gallo.

Pues buscamos lo mismo. Síguenos -repuso el Toro.

Y los cinco siguieron el camino, conversando entre sí

- ¿Qué haremos? El invierno está cerca, ya se sienten los primeros fríos, ¿Dónde hallaremos un refugio para todos?

El Toro entonces les propuso:

-Creo que hay que construir una cabaña, por que si no, nos helaremos la primera noche fría. Si trabajamos todos, pronto estará hecha.

Pero el Cordero dijo:

- Yo tengo ya un abrigo muy calentito. ¡Mirad qué lana! Podré invernar sin necesidad de cabaña.

El Cerdo dijo a su vez:

- A mí el frío no me preocupa; me esconderé entre la tierra y no necesitaré otro refugio.

El Ganso dijo:

- Pus yo me sentaré entre las ramas de un abeto, un ala me servirá de cama y la otra de manta, y no habrá frío que me moleste; no necesito, pues, una cabaña.

El Gallo exclamó:

- ¿No tengo yo también alas para preservarme contra el frío? Podré hibernar muy bien al descubierto.

El Toro, viendo que no podía contar con sus compañeros y que tendría que trabajar solo, les dijo:

- Como queráis; yo me haré una casita bien calentita que me resguardará; pero, puesto que la hago yo solo, no vengáis luego a pedirme amparo.

Y poniendo en práctica su idea, construyó una cabaña y se estableció en ella.

Pronto llegó el invierno y cada vez el frío se hacía más intenso. Entonces el cordero fue a pedir cobijo al Toro, diciéndole:

- Déjame entrar, amigo Toro, para que me caliente un poquito.

- No, Cordero; tú tienes en tu lana un buen abrigo y puedes invernar al descubierto. No me supliques, porque no te dejaré entrar.

- Pues si no me dejas entrar -dijo el cordero-, daré un fuerte topetazo, derribaré una viga de tu cabaña, y pasarás frío como yo.

El Toro lo pensó y se dijo: “Le dejaré entrar, pues si no, será peor.

Y dejó entrar al Cordero. Al poco rato el Cerdo, que estaba helado, vino a su vez a pedir albergue al Toro.

- Déjame entrar, amigo, que tengo frío.

- No. Tú puedes esconderte entre la tierra e invernar de ese modo sin pasar frío.

- Pues si no me dejas entrar, hozaré con mi hocico los postes que aguantan tu cabaña y se caerá.

Se tuvo que dejar entrar al Cerdo. Vinieron al final el Ganso y el Gallo a pedir protección.

- Déjanos entrar, buen Toro; tenemos mucho frío.

- No, amigos míos; tenéis un par de alas cada uno que os sirven de cama y de manta para pasar calentitos el invierno.

- Si no me dejas entrar -dijo el Ganso- arrancaré el musgo que tapa las rendijas de las paredes y ya verás el frío que hará en tu cabaña.

- ¿No me dejas entrar? -dijo el Gallo. Pues subiré a la cabaña y con las patas echaré abajo toda la tierra que cubre el techo.

No pudo el Toro sino alojar al Ganso y al Gallo también. Se reunieron los cinco compañeros, y el Gallo, una vez se hubo calentado, se puso a cantar sus canciones.

Al oírlo, se le abrió a la Zorra un enorme apetito y quiso darse un buen banquete con el gallo; se puso a pensar cómo cazarlo. Recurrió a sus amigos, se fue a ver al Oso y al Lobo, y les dijo:

- Queridos amigos: he encontrado una cabaña con un magnífico botín para los tres. Para ti, Oso, un Toro; para ti, Lobo, un cordero, y para mí, un gallo.

Muy bien, amigo -le contestaron ambos. No olvidaremos nunca tus servicios.; llévanos pronto adonde sea para matarlos y comérnoslos.

La Zorra le condujo a la cabaña y el Oso dijo al Lobo:

- Tú primero.

Pero este repuso:

No. Tú eres más fuerte. Ve tú delante.

El Oso se dejó convencer y se fue a la cabaña; pero apenas había entrado, el Toro lo embistió y clavó con sus cuernos en la pared; el cordero le dio un topetazo en el vientre que le hizo caer al suelo; el Cerdo comenzó a arrancarle el pellejo; el Ganso le picoteaba los ojos y no le dejaba defenderse, mientras el Gallo, sentado en una viga, gritaba a grito pelado:

- ¡Dejádmelo a mí! ¡Dejádmelo a mí!

El Lobo y la Zorra, al oír los grito, se asustaron y echaron a correr. El Oso, con dificultad, se libró de sus enemigos, y al alcanzar al Lobo le contó sus desdichas.

- ¡Si supieras lo que me ha ocurrido! En mi vida he pasado tal susto. Cuando entré en la cabaña, se echó encima mío una mujer con un enorme tenedor y me clavó a la pared; acudió luego una gran muchedumbre, que empezó a darme golpes, pinchazos y hasta picotazos en los ojos: pero el peor de todos era uno que, sentado en lo alto, no dejaba de gritar: “¡Dejádmelo a mí! ¡Dejádmelo a mí!”. Si me llega a coger por su cuenta, seguramente que me ahorca.


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev

(Versión poetizada de Pedro Casas Serra)

No hay comentarios:

Publicar un comentario