sábado, 2 de octubre de 2021

El campesino, el oso y la zorra (Cuentos populares rusos de Aleksandr Nikolayevich Afanasiev )

 

EL CAMPESINO, EL OSO Y LA ZORRA


Estaba un campesino labrando un día su campo, cuando se le acercó un Oso y le gritó:

- ¡Campesino, te voy a matar!

- No me mates! - suplicó el campesino. Yo sembraré los nabos y los repartiré entre los dos: yo me quedaré con las raíces, y las hojas a ti te las daré.

Consintió el Oso y se marchó al bosque.

La cosecha llegó y el campesino le llevó al Oso un carro lleno de hojas de nabo. Quedó muy satisfecho el Oso de lo que él creía un buen negocio.

Un día el campesino con su carro fue a la ciudad para vender los nabos, y en el camino tropezó con el Oso, que le dijo:

- ¡Hola, campesino! ¡Adónde vas?

- Amigo – respondió el campesino -, voy a vender las raíces de los nabos a la ciudad.

- Muy bien, pero déjame probar qué tal saben.

Acabó el Oso de comerlas, cuando rugió furioso:

¡Ah, miserable! ¡Cómo me has engañado! ¡Saben mucho mejor las raíces que las hojas! Cuando siembres de nuevo, me darás las raíces y tú te quedarás las hojas.

- Bien – dijo el campesino. Y esta vez sembró trigo.

La cosecha llegó y el campesino las raíces del trigo le dio al Oso.

Viendo que el campesino se había otra vez burlado de él, rugió el Oso:

- ¡Campesino! ¡Estoy muy enfadado contigo! ¡No te atrevas a ir al bosque a por leña, porque te mataré en cuanto te vea!

Volvió el campesino a su casa, y pese a que la leña le hacía mucha falta, temía ir al bosque a por ella; consumió la madera de la casa, y al final, no tuvo más remedio que ir al bosque.

Cuando con gran sigilo entró en el bosque, una Zorra a su encuentro salió.

- ¿Qué te pasa? ¿Por qué andas tan despacio? - le preguntó la Zorra.

- Temo encontrar al Oso, porque me ha amenazado de muerte si me atrevo a entrar en el bosque.

- No te preocupes, yo te salvaré, pero dime qué me darás a cambio.

El campesino, muy contento, le dijo a la Zorra:

- No seré avaro: una docena de gallinas te daré, si me ayudas.

- Conforme. Corta cuanta leña quieras y entretanto daré gritos fingiendo que han venido cazadores. Si el Oso te pregunta, dile que corren cazadores por el bosque persiguiendo a los lobos y a los osos.

El campesino se puso a cortar leña y pronto llegó el Oso corriendo sin parar.

- ¡Eh, viejo amigo! ¡Qué significan esos gritos! - preguntó el Oso.

- Son cazadores que persiguen a los lobos y a los osos.

- ¡Oh, amigo! ¡No me denuncies a ellos! Protégeme y escóndeme debajo tu carro – el Oso le pidió todo asustado.

Entretanto la Zorra, que gritaba escondida detrás de los zarzales, preguntó:

- ¡Hola, campesino! ¿Has visto por aquí algún Oso?

- No he visto nada – dijo el campesino.

- ¿Qué es lo que tienes bajo del carro?

- Es un tronco de árbol.

- Si fuese un tronco de árbol no estaría bajo del carro sino encima, y atado con una cuerda.

- Dijo entonces el Oso, en voz baja, al campesino:

- Ponme en el carro y átame con una cuerda.

El campesino no se lo hizo repetir dos veces. Puso al Oso en el carro, lo ató con una cuerda y empezó a darle golpes con el hacha hasta matarlo.

Pronto acudió la Zorra y dijo al campesino:

- ¿Dónde está el Oso?

- Está muerto.

- Bien, pues ahora, amigo mío, tienes que cumplir lo que me prometiste.

- Con mucho gusto, amiguita, ven conmigo a mi casa y allí te daré las gallinas.

El campesino se dirigió a su casa sobre el carro y la Zorra corriendo iba delante.

Al llegar a su casa, el campesino silbó a sus perros azuzándolos para que cogiesen a la Zorra. Esta corrió hacia el bosque y se escondió en su cueva. Recobrado el aliento, empezó a preguntar:

- ¡Hola, mis ojos! ¿Qué habéis hecho mientras corría?

- Hemos mirado el camino para que no tropezases.

- ¿Y vosotros, mis oídos?

- Hemos escuchado por si los perros se acercaban.

- ¿Y vosotros, mis pies?

- Hemos corrido a todo correr para que no te alcanzaran los perros.

- Y tú, rabo, ¿qué has hecho?

- Yo – dijo el rabo – me metía entre tus piernas para que tropezases, te cayeses y los perros te mordiesen con sus dientes.

- ¡Ah, canalla! - gritó la Zorra - ¡Pues bien recibirás lo que mereces! - y sacando el rabo de la cueva, exclamó: ¡Comedlo, perros!

Cogieron éstos con sus dientes el rabo, tiraron de él, sacaron a la Zorra de su cueva y la hicieron pedazos.


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev
(Versión poetizada de Pedro Casas Serra)

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