viernes, 22 de octubre de 2021

El gato y la zorra (Cuentos populares rusos de Aleksandr Nikolayevich Afanasiev )

EL GATO Y LA ZORRA


Érase un campesino que tenía un gato tan travieso, que su dueño, perdida la paciencia, lo cogió un día, lo metió en un saco y lo llevó al bosque, abandonándolo allí.

Viéndose solo, el Gato salió del saco y se puso a errar por el bosque hasta llegar a la cabaña de un guarda. Se subió a la buhardilla y se estableció allí. Cuando tenía hambre, cazaba pájaros y ratones, y tras saciarla, volvía a su buhardilla y se dormía tranquilamente. Estaba muy contento de su suerte.

Un día se fue a pasear por el bosque y tropezó con una Zorra. Esta, al verlo, se asombró mucho, pensando: “Tantos años viviendo en este bosque y nunca había visto un animal como este”.

Le hizo una reverencia, preguntándole:

- Dime, valeroso joven, ¿quién eres? ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Cómo te llamas?

El Gato, erizando el pelo, le contestó:

- Me han mandado de los bosques de Siberia para ejercer el cargo de burgomaestre de este bosque; me llamo Kotofei Ivanovich.

- ¡Oh Kotofei Ivanovich! -dijo la Zorra. No había oído hablar de tu persona, pero ven a hacerme una visita.

Se fue el Gato con la Zorra, y llegados a la cueva de esta, ella lo convidó con toda clase de caza, y entre tanto le preguntaba detalles de su vida.

- Dime, Kotofei Ivanovich, ¿estás casado o eres soltero?

- Soy soltero -dijo el Gato.

-Yo también soy soltera. ¿Quieres casarte conmigo?

El Gato consintió y enseguida celebraron la boda con un gran festín.

Se fue al día siguiente la Zorra de caza para procurarse provisiones, almacenarlas y poder pasar el invierno, sin preocupaciones, con su joven esposo. El Gato se quedó en casa. Mientras la Zorra cazaba, se encontró con el Lobo, que empezó a cortejarla:

- ¿Dónde has estado metida, amiguita? Te he buscado por todas partes sin poder encontrarte.

- Déjame, Lobo. Antes era soltera, pero ahora soy casada; de modo que ten cuidado conmigo.

- ¿Con quién te has casado, Lisaveta Ivanovna?

- ¿Cómo? ¿No has oído que nos han mandado de los bosques de Siberia un burgomaestre llamado Kotofei Ivanovich? Pues ese es mi marido.

- No he oído nada, Lisaveta Ivanovna, y tendría mucho gusto en conocerlo.

- ¡Mi esposo tiene un genio muy malo! Si alguien le incomoda, enseguida se le echa encima y se lo come. Si vas a verle no olvides preparar un cordero y llevárselo en señal de respeto; pondrás el cordero en el suelo y tú te esconderás en un sitio cualquiera para que no te vea, porque si no, no respondo de nada.

Corrió el Lobo en busca de un cordero.

Entretanto, la Zorra siguió cazando y se encontró con el Oso, el cual empezó, a su vez, a cortejarla.

- ¿Qué piensas tú de mí, zambo? Antes era soltera, pero ahora soy casada y no puedo escuchar tus galanterías.

- ¿Qué me dices, Lisaveta Ivanovna? ¿Con quién te has casado?

- Con el burgomaestre de este bosque, enviado aquí desde los bosques de Siberia, que se llama Kotofei Ivanovich.

- ¿Y podría verle, Lisaveta Ivanovna?

- ¡Mi esposo tiene un genio muy malo! Si se enfada con alguien, se le echa encima y lo devora. Ve, prepara un buey y tráeselo como demostración de respeto; pero no olvides, al presentarle el regalo, esconderte bien para que no te vea; si no, no te garantizo nada.

Se fue el Oso en busca del buey.

Entretanto, mató el Lobo un cordero, le quitó la piel, y se quedó pensando hasta que vio venir al Oso llevando un buey; contento de no estar solo, lo saludó, diciendo:

- Buenos días, hermano Mijail Ivanovich.

- Buenos días, hermano Levon -contestó el Oso. ¿Aún no has visto a la Zorra con su esposo?

- No, aunque llevo esperando un buen rato.

- Pues ve a llamarlos.

- ¡Oh, no, Mijail Ivanovich, yo no iré! Ve tú, que eres más valiente.

No, amigo Levon, tampoco iré yo.

Vieron de pronto una liebre que corría a toda prisa.

- Ven aquí, diablejo -rugió el Oso.

La Liebre, asustada, se acercó a los dos amigos, y el Oso le preguntó:

- Oye tú, pillete, ¿sabes dónde vive la Zorra?

- Sí, Mijail Ivanovich, lo sé muy bien -contesto la Liebre con voz temblorosa.

- Bueno, pues corre a su cueva y avísale que Mijail Ivanovich con su hermano Levon están esperando a los recién casados para felicitarlos y presentarles, como regalo de boda, un buey y un cordero.

La Liebre echó a correr a casa de la Zorra, y el Oso y el Lobo se pudieron a buscar el sitio para esconderse. Dijo el Oso:

- Yo me subiré a un pino

-¿Y yo qué haré? ¿Dónde podré esconderme? -pregunto el Lobo desesperado. No podría subirme a un árbol a pesar de todos mis esfuerzos. Oye, Mijail Ivanovich, se buen amigo: por favor, ayúdame a esconderme en algún sitio.

El Oso lo escondió entre los zarzales, y amontonó sobre él hojas secas. Se subió luego a un pino y desde allí se puso a vigilar la llegada de la Zorra con su esposo, el terrible Kotofei Ivanovich.

Entre tanto la Liebre llegó a la cueva de la Zorra, dio unos golpecitos en la entrada y le dijo:

- Mijail Ivanovih con su hermano Levon me han enviado para que te diga que están listos y te esperan a ti con tu esposo para felicitaros y presentaros, como regalo de boda, un buey y un cordero.

- Bien, Liebre, diles que iremos enseguida.

Un rato después salieron el Gato y la Zorra. El Oso, viéndolos venir, dijo al Lobo:

- Oh, amigo Levon, ahí vienen la Zorra y su esposo. ¡Qué pequeñín es él!

Se acercó el Gato al sitio donde estaban los regalos, y saltando sobre el buey empezó a arrancarle la carne con los dientes y las uñas. Se le erizó el pelo, y mientras devoraba la carne, como si estuviese enfadado, refunfuñaba: “Malo! ¡Malo!

Pensó el oso asustado: “¡Qué bicho tan pequeño y tan voraz! ¡Y qué exigente! Tan sabrosa que nos parece a nosotros la carne de buey y a él no le gusta; a lo mejor querrá probar la nuestra”.

El Lobo, escondido en los zarzales, quiso ver al famoso burgomaestre, pero como las hojas le estorbaban, empezó a separarlas.

El Gato, oyendo el ruido de las hojas, creyó que sería algún ratón, se lanzó sobre el montón que formaban las hojas y clavó sus garras en el hocico del Lobo. Este dio un salto y escapó corriendo. El Gato, asustado también, trepó al mismo árbol donde estaba escondido el Oso.

“Me ha visto a mí” -pensó el Oso. Y como no podía bajar por el tronco, se dejó caer desde lo alto al suelo, y a pesar del daño que se hizo, se puso en pie y echó a correr.

La Zorra los persiguió con sus gritos:

- ¡Esperad un poco y os comerá mi valiente esposo!

Desde entonces todos los animales tuvieron un gran miedo al Gato; y la Zorra y su marido, provistos de carne para todo el invierno, vivieron contentos y felices de su suerte.


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev
(Versión poetizada de Pedro Casas Serra)

 

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