lunes, 18 de octubre de 2021

La bruja Baba-Yaga (Cuentos populares rusos de Aleksandr Nikolayevich Afanasiev )

LA BRUJA BABA-YAGA


Vivía en otros tiempos un comerciante con su mujer; esta murió, dejándole una hija. Al poco tiempo el viudo se casó con otra mujer, que, envidiosa de su hijastra, la maltrataba y buscaba el modo de librarse de ella.

Aprovechando que el padre tuvo que hacer un viaje, dijo a la muchacha la madrastra:

- Ve a casa de mi hermana y pídele una aguja y un poco de hilo para coserte una camisa.

La hermana de la madrastra era una bruja, y como la muchacha era lista, decidió pedir consejo primero a otra tía suya, hermana de su padre:

- Buenos días, tiita.

- Muy buenos, sobrina querida. ¿A qué vienes?

- Mi madrastra me ha dicho que vaya a pedir a su hermana una aguja e hilo para coserme una camisa.

- Acuérdate bien -le dijo la tía- de que un álamo blanco querrá arañarte la cara; tú átale las ramas con una cinta. Las puertas de una cancela rechinarán y se cerrarán con estrépito para no dejarte pasar; tú úntale los goznes con aceite. Unos perros querrán despedazarte; tírales un poco de pan. Un feroz gato te querrá sacar los ojos; dale un pedazo de jamón.

Se despidió la chica, cogió un poco de pan, aceite y jamón, y una cinta, se puso a andar en busca de la bruja y al fin llegó.

Entró en la cabaña donde estaba sentada la bruja Baba-Yaga sobre sus piernas huesudas, tejiendo.

- Buenos días, tía.

- ¿A qué vienes, sobrina?

- Mi madre me manda a pedirte una aguja e hilo para coserme una camisa.

- Bien. Mientras lo busco, siéntate y ponte a tejer.

Mientras la sobrina tejía, salió la bruja de la habitación, llamó a su criada y le dijo:

- Calienta el baño y lava bien a mi sobrina porque me la voy a comer.

La pobre muchacha, que la oyó, se quedó muerta de miedo, y cuando la bruja marchó, dijo a la criada:

- No quemes mucha leña, querida; mejor echa agua al fuego y lleva el agua al baño con un colador.

Y diciendo esto, le regaló un pañuelo.

Baba-Yaga, impaciente, se acercó a la ventana donde trabajaba la chica y le preguntó:

- ¿Estás tejiendo, sobrinita?

- Sí, tiita, estoy trabajando.

Se alejó la bruja de la cabaña, y la muchacha, aprovechando el momento, le dio al gato un pedazo de jamón y le preguntó cómo escapase de allí. El gato le dijo:

- Sobre la mesa hay una toalla y un peine; cógelos y echa a correr lo más deprisa que puedas, porque la bruja Baba-Yaga irá tras de ti para cogerte; de vez en cuando échate al suelo y arrima a él tu oreja; cuando la oigas cerca, tira al suelo la toalla, que se transformará en un río muy ancho. Si la bruja se tira al agua y lo pasa a nado, tú le habrás tomado delantera. Cuando de nuevo oigas en el suelo que está cerca, tira el peine, que se transformará en un espeso bosque, a través del cual la bruja no podrá pasar.

La muchacha cogió la toalla y el peine y se puso a correr. Quisieron despedazarla los perros, pero les tiró un trozo de pan; las puertas de la cancela rechinaron y se cerraron de golpe, pero untó los goznes con aceite y las puertas se abrieron de par en par. Quiso, más tarde, un álamo blanco arañarle la cara; ató entonces las ramas con una cinta y pudo pasar.

El gato se sentó al telar e intentó tejer; pero no hacía más que enredar los hilos. Acercándose a la ventana, la bruja preguntó:

- ¿Estás tejiendo, sobrinita? ¿Estás tejiendo, querida?

- Sí, tía, estoy tejiendo – respondió el gato con voz ronca.

Baba-Yaga entró en la cabaña, y viendo que la chica no estaba y que el gato la había engañado, se puso a pegarle, diciéndole:

- ¡Ah, viejo goloso! ¿Por qué ha dejado escapar a mi sobrina? ¡Era tu obligación quitarle los ojos y arañarle la cara!

- Llevo mucho tiempo a tu servicio -dijo el gato- y aún no me has dado ni un huesecito, y ella me ha dado un pedazo de jamón.

Se enfadó Baba-Yaga con los perros, con la cancela, con el álamo y con la criada y se puso a pegar a todos.

Los perros le dijeron:

- Te hemos servido muchos años, sin que nos hayas dado ni una cortecita dura de pan quemado, y ella nos ha obsequiado con pan fresco.

La cancela dijo:

- Te he servido mucho tiempo, sin que a pesar de mis chirridos me hayas engrasado con sebo, y ella me ha untado los goznes con aceite.

Dijo el álamo:

- Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas dado ni un hilo, y ella me ha engalanado con una cinta.

Exclamó la criada:

- Te he servido mucho tiempo, sin que me hayas dado un mal trapo, y ella me ha regalado un pañuelo.

Baba-Yaga se sentó en el mortero, lo arreó con el mazo y barriendo con la escoba sus huellas, salió en persecución de la muchacha. Arrimó esta su oído al suelo y oyó acercarse a la bruja. Tiró entonces al suelo la toalla, y al instante se formó un río caudaloso.

Baba-Yaga llegó a la orilla, y viendo el obstáculo que se interponía en su camino, rechinando los dientes de rabia, volvió a su cabaña, reunió a todos sus bueyes y los llevó al río; los animales bebieron toda el agua y la bruja prosiguió la persecución de la muchacha.

Esta arrimó otra vez su oído al suelo y oyó que Baba-Yaga estaba cerca; tiró el peine al suelo y se transformó en un bosque frondoso.

Se puso la bruja a roer los troncos de los árboles para abrirse paso; pero no lo logró, y tuvo que volverse furiosa a su cabaña.

Entretanto, volvió el comerciante a casa y preguntó a su mujer:

- ¿Dónde está mi hijita querida?

- Ha ido a ver a su tía -contestó la madrastra.

Al poco rato, con gran sorpresa de la madrastra, regresó la niña.

- ¿Dónde ha estado? -le preguntó el padre.

- ¡Oh, padre mío! Mi madre me ha mandado a casa de su hermana a pedirle una aguja con hilo para coserme una camisa, y resulta que la tía es la mismísima bruja Baba-Yaga, que quiso comerme.

- ¿Cómo has podido escapar de ella, hijita?

La niña le contó entonces lo ocurrido.

Cuando el comerciante conoció la maldad de su mujer, la echó de su casa y se quedó solo con su hija.

Los dos vivieron en paz y felices muchos años.


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev
(Versión poetizada de Pedro Casas Serra)

 

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