martes, 26 de octubre de 2021

La niña lista (Cuentos populares rusos de Aleksandr Nikolayevich Afanasiev )

 LA NIÑA LISTA


Dos hermanos marchaban juntos por el mismo camino. Uno era pobre y montaba una yegua; otro era rico y montaba un caballo.

Se pararon en una posada para pasar la noche y dejaron sus monturas en el corral. Mientras todos dormían, la yegua del pobre tuvo un potro, que rodó hasta debajo del carro del rico. Por la mañana el rico despertó a su hermano, diciéndole:

-Levántate y mira, mi carro ha tenido un potro.

Se levantó el pobre y al ver lo ocurrido exclamó:

- Eso no puede ser. ¿Dónde se ha visto que de un carro pueda nacer un potro? El potro es de mi yegua.

El rico le repuso:

- Si lo hubiese parido tu yegua, estaría a su lado y no debajo de mi carro.

Discutieron así largo tiempo y al fin se dirigieron al tribunal. El rico sobornaba a los jueces con dinero, y el pobre se apoyaba solamente en la razón y la justicia de su causa.

Tanto se enredó el pleito que llegó hasta el mismo zar, quien mandó llamar a los dos hermanos y les propuso cuatro enigmas:

- ¿Qué es en el mundo lo más fuerte y rápido?

- ¿Qué es lo más gordo y nutritivo?

- ¿Qué es lo más blando y suave?

- ¿Qué es lo más agradable?

Y les dio tres días para acertar las respuestas, añadiendo:

- Venid el cuarto día a darme la contestación.

El rico reflexionó un poco y, acordándose de su comadre, se dirigió a su casa para pedirle consejo. Esta le hizo sentar a la mesa, invitándole a comer, y, entretanto, le preguntó:

- ¿Por qué estás tan preocupado, compadre?

- Porque el zar me ha dado tres días para resolver cuatro enigmas.

- ¿Y qué enigmas son?

- El primero, qué es en el mundo lo más fuerte y rápido.

- ¡Vaya un enigma! Mi marido tiene una yegua torda que no hay nada más rápido; sin castigarla con el látigo alcanza a las mismas liebres.

- El segundo enigma es: ¿Qué es lo más gordo y nutritivo?

- Nosotros tenemos un cerdo al que estamos cebando hace dos años y se ha puesto tan gordo que no puede ponerse de pie.

- El tercer enigma es: ¿Qué es lo más blando y suave?

- El lecho de plumas, claro. ¿Qué puede haber más blando y suave?

El último enigma es el siguiente: ¿Qué es lo más agradable?

- ¡Lo más agradable es mi nieto Ivanuchka!

-Muchas gracias, comadre. Me has sacado de un gran apuro; nunca olvidaré tu amabilidad.

Entretanto el hermano pobre se fue a su casa vertiendo amargas lágrimas. Salió a su encuentro su hija, una niña de siete años, y le preguntó:

- ¿Por qué lloras con tal desconsuelo, querido padre?

- ¿Cómo quieres que no llore cuando el zar me ha propuesto cuatro enigmas que ni en toda mi vida podría adivinar y debo contestarle dentro de tres días?

- Dime cuáles son.

- Pues son los siguientes, hijita mía: ¿Qué es en el mundo lo más fuerte y rápido? ¿Qué es lo más gordo y nutritivo? ¿Qué lo más blando y suave? ¿Qué lo más agradable?

- Tranquilizate, padre. Ve a ver al zar y dile: “Lo más fuerte y rápido es el viento. Lo más gordo y nutritivo, la tierra, pues alimenta a todo lo que nace y vive. Lo más blando la mano: el hombre, al acostarse, la pone siempre debajo de la cabeza a pesar de toda la blandura del lecho; y ¿qué cosa hay más agradable que el sueño?

Los dos hermanos se presentaron ante el zar y este, tras haberles escuchado, preguntó al pobre:

- ¿Has resuelto tu mismo los enigmas o te ha dicho alguien las respuestas?

El pobre contestó:

- Majestad, tengo una niña de siete años que es quien me ha dicho las soluciones a tus enigmas.

- Si tu hija es tan lista, dale este hilo de seda para que me teja una toalla con dibujos para mañana.

El campesino tomó el hilo de seda y volvió a su casa más triste que antes.

- ¡Dios mío, qué desgracia! -dijo a la niña. El zar ha ordenado que le tejas con este hilo una toalla.

- No te apures, padre -le contestó la niña.

Sacó una astilla del palo de la escoba y se la dio a su padre, diciéndole:

- Ve a palacio y dile al zar que busque un carpintero que de esta varita me haga un telar para tejer la toalla.

El campesino llevó la astilla al zar, repitiéndole las palabras de su hija. El zar le dio ciento cincuenta huevos, añadiendo:

- Dale estos huevos a tu hija para que los empolle y me traiga mañana ciento cincuenta pollos.

Volvió el campesino a su casa muy apurado.

- ¡Oh hijita! Hemos salido de un apuro para caer en otro.

- No te entristezcas, padre -dijo la niña.

Tomó los huevos y se los guardó para comérselos, y envió a su padre otra vez a palacio.

- Di al zar que para alimentar a los pollos necesito tener mijo de un día; hay, pues, que labrar el campo, sembrar el mijo, recogerlo y trillarlo, y todo esto debe ser hecho en un día, porque los pollos no pueden comer otro mijo. Escuchó el zar con atención la respuesta y dijo al campesino:

- Ya que tu hija es tan lista, dile que se presente aquí; pero que no venga ni a pie ni a caballo, ni desnuda ni vestida; sin traerme regalo, pero tampoco con las manos vacías.

“Esta vez -pensó el campesino- mi hija no podrá resolver tantas dificultades. Llegó la hora de nuestra perdición”.

- No te apures, padre -le dijo su hija cuando llegó a casa y le contó lo sucedido. Busca un cazador, cómprale una liebre y una codorniz y tráemelas aquí.

El padre salió, compró una liebre y una codorniz y las llevó a su casa.

Al día siguiente, por la mañana, la niña se desnudó, se cubrió el cuerpo con una red, tomó en la mano la codorniz, se sentó en el lomo de la liebre y se dirigió al palacio.

El zar salió a su encuentro y la niña le saludó, diciendo:

- ¡Aquí tienes, señor, mi regalo!

Y le presentó la codorniz. Alargó el zar la mano; pero en el momento de ir a cogerla echó a volar la codorniz.

- Está bien -dijo el zar- lo has hecho todo según te había ordenado.

Dime ahora: tu padre es pobre, ¿cómo vivís y con qué os alimentáis?

- Mi padre pesca en la arena de la orilla del mar, sin poner cebo, y yo recojo los peces en mi falda y hago sopa con ellos.

- ¡Qué tonta eres! ¿Dónde has visto que los peces vivan en la arena de la orilla? Los peces viven en el agua.

- ¿Crees que eres más listo tú? ¿Dónde has visto que de un carro pueda nacer un potro?

- Tienes razón -dijo el zar-, y adjudicó el potro al pobre.

En cuanto a la niña, la hizo educar en su palacio, y cuando fue mayor se casó con ella, haciéndola zarina.


Aleksandr Nikolayevich Afanasiev
(Versión poetizada de Pedro Casas Serra)

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