sábado, 1 de enero de 2022

Sobre la poesía, mis poemas y otras cosas 128 (mis comentarios en airesdelibertad.com)

 La conciencia de mi enfermedad https://sientopasareltiempo.blogspot.com/2019/09/1992-06-12-la-conciencia-de-mi.html Lo primero, conviene no confundir un trastorno del estado de ánimo (depresivo o bipolar) con la ciclotimia, alteraciones del humor que tienen mucha gente. Es lo mismo pero multiplicado por mil. Hasta donde yo sé, el trastorno bipolar es una enfermedad del estado de ánimo que cursa con episodios de depresión y de euforia (la depresión viene a ser una caricatura desorbitada en intensidad y duración de la tristeza; la euforia lo es de la alegría). Su causa es una alteración en las transmisiones nerviosas del cerebro, que regula una sustancia llamada serotonina. Se cree que se transmite genéticamente, aunque no es una enfermedad hereditaria (de aparición inevitable). Acostumbra a aparecer pasados los veinte años de edad. Su desencadenante es un estrés muy fuerte (no importa que sea a causa de una circunstancia buena o mala). Una vez desencadenada la enfermedad, las circunstancias exteriores no la afectan (sean buenas o malas). Por consiguiente, es inútil buscar causas externas a la enfermedad, fuera del propio desarreglo nervioso cerebral. También es inútil pedir al enfermo que tenga fuerza de voluntad, que ponga algo de su parte, que se anime, que no sea tan egoísta, que piense en los demás, que no sea vago, etc... porque solo se  aumenta su sufrimiento inútilmente (la enfermedad paraliza absolutamente la capacidad de reacción del enfermo; sus actos no son culpa suya sino de la enfermedad que padece). Requiere tratamiento médico para su curación. Sin dicho tratamiento, su evolución es mucho peor y existe riesgo de suicidio. El trastorno bipolar es difícil de diagnosticar, confundiéndose a menudo con la depresión. Una vez diagnosticado, el tratamiento busca estabilizar el estado de ánimo del enfermo. Al enfermo le es difícil tomar conciencia de la enfermedad que padece, al afectar ésta a su estado de conciencia, lo que hace que abandone a menudo el tratamiento y recaiga. Si la enfermedad convive con otras afecciones, como alcoholismo, drogadicción, etc... su tratamiento es mucho más difícil. Una vez recuperado el equilibrio del estado de ánimo, en la mayoría de casos se precisa tomar medicación toda la vida para evitar la recaída (se considera enfermedad crónica). Esta enfermedad, por su dificultad de diagnóstico y tratamiento, produce unos efectos destructivos muy graves en la vida del paciente y en su entorno (laborales, familiares, sociales). Además del tratamiento farmacológico, ayuda mucho a la recuperación del equilibrio, mantener en todo momento a raya el estrés, mediante unos hábitos de vida saludables en cuanto a comidas, descanso, sueño, etc... lo que hace aconsejable que a la vez que el tratamiento farmacológico se siga un tratamiento psicoterapeútico. Las alteraciones graves y persistentes del sueño constituyen un primer síntoma de su aparición. Existen diferentes tratamientos farmacológicos para el tratamiento de esta enfermedad. El tratamiento que mejores resultados ha dado hasta el presente consiste en la ingestión de sales de litio, bajo control médico y con periódicas analíticas para evitar su posible toxicidad. El padecimiento de la enfermedad no ocasiona deterioro mental, por lo que, una vez recuperado de ella, el enfermo mantiene la misma capacidad intelectual que antes de padecerla. Numerosas personalidades de diferentes campos del arte, la ciencia, la religión o la política han padecido esta enfermedad ellos mismos o personas de su entorno familiar más próximo, por lo que se la asocia con la genialidad. Afortunadamente yo hace muchos años que permanezco eutímico sin precisar medicación.  El diagnóstico de la enfermedad no es fácil, aunque ahora, que existe un mayor conocimiento médico sobre la misma, es más rápido que cuando yo la sufrí, en que tardaron diez años en diagnosticarme correctamente. Tampoco es sencillo su tratamiento, pues no todos los pacientes responden por igual a los fármacos, y encontrar el producto y la dosis adecuados puede resultar lento. Las enfermedades del estado de ánimo -depresión o trastorno bipolar- no se consideran enfermedades sino cuando impiden a quien las padece un vida digna, normal, sin sufrimiento. Es por tanto una cuestión de grado respecto a las normales alteraciones del estado de ánimo en las personas (ciclotimia) que son reacciones normales a las circunstancias y que tienen una intensidad y duración normales. Se trata de una enfermedad como cualquier otra, pero que afecta al cerebro; y, como cualquier otra enfermedad, tiene tratamiento. El problema es que los métodos diagnósticos (analíticas, pruebas mecánicas) de las enfermedades mentales prácticamente no existen y el diagnóstico tiene que ser siempre clínico, a través de un sondeo por el médico, y muchos médicos no tienen la formación necesaria para ello. El tratamiento médico farmacológico es imprescindible para su curación, pues sin él, aunque puede remitir espontáneamente, el plazo se alarga muchísimo (años) y existe el riesgo de suicidio. Más que miedo, la enfermedad produce angustia, porque el enfermo no sabe lo que le está pasando, se da cuenta de que no es dueño de sus actos y piensa que se está volviendo loco. En ese sentido, cae en una situación de despersonalización, de dudas sobre sí mismo. Esta situación cuesta de superar incluso después de vencida la enfermedad, no es sencillo recuperar la confianza en uno mismo. Las personas que rodean al enfermo pueden pueden influir positiva o negativamente en su curación: hay personas incapaces de entender la enfermedad y otras, por el contrario, totalmente comprensivas con ella. Existen asociaciones de enfermos y familiares que ayudan mucho a convivir con la enfermedad. Con los años, uno queda curado de espantos y de manías, y sólo piensa que su experiencia puede ser útil a otros. Esta es la razón de la publicación de estos versos. Siempre ha habido mucho desconocimiento sobre las enfermedades mentales, lo que ha ocasionado graves consecuencias.  Conozco por experiencia que la frontera entre salud mental y enfermedad es muy ténue y fácilmente traspasable por todos, aunque hoy afortunadamente tratable. Las enfermedades mentales no son distintas al resto de enfermedades: digestivas, respiratorias, coronarias, etc..., tratables y curables. De las enfermedades crónicas, uno no se cura del todo nunca, pero procura tenerlas controladas e irlas sumando (hasta que llega la que te mata). Respecto al tratamiento con litio, el criterio médico actual -desde hace muchos años-, es de mantenerlo de por vida, pero cuando yo empecé a tomar litio, hace 25 años, el criterio médico era que, si el tratamiento con litio mantenía la estabilidad del estado de ánimo del enfermo durante tres años seguidos, podía probarse a retirar paulatinamente el tratamiento. Eso es lo que se hizo en mi caso, con éxito, pues desde entonces me mantengo estable sin tratamiento médico alguno. De ningún modo aconsejo a los pacientes de trastorno bipolar que abandonen el tratamiento que les garantiza una estabilidad emocional, y menos sin el consejo y el seguimiento de su médico (como con frecuencia algunos hacen con lamentables resultados). Es peor no tener conciencia de la enfermedad, porque en ese estado la confusión es total. A partir de tomar conciencia es posible empezar a poner remedio. En mi caso, la poesía, que no había practicado desde el colegio, la recuperé al estar enfermo, como la pintura también. Tuvieron una función terapéutica. Tardé diez años, entre ser correctamente diagnosticado y correctamente tratado, y tres años más en regular bien mi estado de ánimo, lo que me llevó a quedar al margen de lo que es la vida social ordinaria, con su competitividad, formas de ascenso, etc... partido en el que yo por mis circunstancias no podía jugar. Esto supuso un cambio radical en mis forma de vida y escala de valores. Por fortuna el resultado final fue positivo.

He recordado el libro de Cortázar, “Rayuela”, ese que podía abrirse por cualquier capítulo, y en el juego que le sirve de título, que, como la vida, unas veces nos lleva hacia delante y otras hacia atrás.

Es difícil conocer las razones de por qué somos como somos, pero igual que no somos como fuimos, podemos no ser como seremos.

En un instante puede desaparecer todo y entenderlo nos ha de ayudar a disfrutar más de la vida.

La única certeza es que todo acaba en ceniza.

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