martes, 18 de octubre de 2022

Sobre la poesía, mis poemas y otras cosas 198 (mis comentarios en airesdelibertad.com)

He recordado los versos de Pedro Salina: "Para vivir no quiero islas, palacios, torres. ¡Qué alegría más alta: vivir en los pronombres!" Los poetas vivimos en las palabras, y las palabras son el mayor invento de la humanidad.

Como el volcán, el poeta no duerme nunca, solo descansa, y un buen día vuelve a rugir con más fuerza si cabe.

Todos los soñadores han sido tachados alguna vez de locos cuando solo veían más lejos que los demás.

Naturalmente duelen todas las ilusiones destruidas, pero luego te consuelas pensando que es muy difícil hacer realidad las ilusiones... hasta que te ilusionas de nuevo -quizá protegiéndote un poco más, con alguna reserva mental, más rico en experiencia, menos exigente...

Andar sin que importe adónde, este es el mensaje de Walden de Henry David Thoreau, un libro que recomiendo fervorosamente.

La vida https://sientopasareltiempo.blogspot.com/2021/03/la-vida-sombras-adormecidas.html Este es un tema muy personal en el que cada uno aporta su visión, que además acostumbra a cambiar con el tiempo. Nos debatimos en el misterio, quisiéramos tener más certezas pero hemos de acostumbrarnos a vivir sin ellas. Quizás la muerte esté ya al principio y la vida no sea más que un descuento y la muerte una amiga que nos permite vivir. La vida siempre es demasiado corta, tanto para la rosa que vive solo unos días como para el elefante centenario. Que el pesimismo me haya visitado por un momento, me hizo pensar: ¿realmente tienes una visión pesimista de la vida?, porque, de ser así, no soy consciente de ello. Esta mañana, al despertar, se me han ocurrido unas razones que transcribo: Nací de unos padres buenos y cariñosos, pero separados. Me educaron en unos principios, pero resultaron irreales. Resultó que el mundo funcionaba de manera distinta y tuve que adaptarme a él. Necesitaba satisfacer mi amor, pero los cauces marcados me lo impedían. Estaba preparado para entender, pero no para adaptarme. Creía en el amor, pero desconocía el sexo. Ignoraba que el sexo al final condiciona el amor. Creía que la bondad de intención era suficiente, pero desconocía la fuerza de la maldad. Tenía confianza en el futuro, en mi voluntad y carácter, sin saber que una enfermedad puede destruirlo todo en un instante. Pensaba que existían límites éticos infranqueables y me encontré con que, quienes no los tenían, jugaban con ventaja. Me vi obligado al banquillo durante años y comprendí que no podía seguir en la competición. Tenía que vivir a mi aire, con mis reglas y mis metas, aprender a circular en sociedad esquivando los obstáculos, transigiendo si quieres con lo insalvable, reservando mis ideas y sentimientos a la intimidad, conviviendo con situaciones odiosas, instituciones represoras y personajes oprobiosos. Hice lo que pude por cambiar las cosas, pero siempre poco, siempre insuficiente, siempre a nivel personal, porque las estructuras de poder estaban hechas para perpetuarse y resistir. Me refugié en la belleza, el arte, la amistad y el amor, buscando una libertad que se me negaba fuera de estos ámbitos y necesitaba, y a mi manera fui feliz. Yo creo que al hacernos mayores todos nos esforzamos por encontrar formas de consuelo que hagan menos amarga la muerte. Yo las busco más en la filosofía. Así lo expreso Kavafis en su poema, Ítaca:"Ten siempre a Ítaca en tu mente. / Llegar allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje. / Mejor que dure muchos años / y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin aguantar a que Ítaca te enriquezca." La vida es como un viaje por lugares inesperados, no se puede planear, hay que adaptarse a las circunstancias. Yo siempre digo que somos deseo insatisfecho. Pues bien, en una colección de libros sobre filósofos, he leído que Schopenhauer decía que los hombres somos deseo, voluntad, querer, que desaparece con la muerte. Creo que no necesariamente la vida tiene que tener algún sentido, quizás nos esforzamos en encontrárselo para calmar nuestra angustia frente a la muerte. Saber vivir ya no es fácil, pero aún lo es más saber morir. Las dudas nos acompañan hasta la muerte, pero quizá más que preocuparme lo que hay en el más allá (que creo que no hay nada), me preocupa lo que he hecho en el más aquí, sobre todo los errores, las cobardías, las insuficiencias que no voy a poder remediar, que no me veo capaz de remediar, y que lamento. Defender las libertades, los espacios de libertad, es lo primero, y todas están intercomunicadas, cuando faltan, faltan para todos. Hay que disfrutar de la felicidad mientras dura y meterla en la mochila para tiempos peores. A vivir no nos enseña nadie, así que cada uno ha de hacer su escuela. (Como en la poesía, vamos.) La vida es un regalo envenenado porque cuanto más la disfrutas más te hace sufrir y cuando más la valoras la pierdes. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario