martes, 11 de octubre de 2022

Sobre la poesía, mis poemas y otras cosas 191 (mis comentarios en airesdelibertad.com)

Ser poeta, ¡caramba, caramba!, es una alta meta. Es cierto que hay poetas que que no saben escribir. Porque la poesía es una finura en la percepción y expresión de los sentimientos, las personas y las cosas.

Ser feliz exije un aprendizaje.

El Danubio tampoco es azul y Johann Strauss le dedicó su "Danubio azul". Je, je..

En el acto del amor ya no hay dos cuerpos sino uno solo que se comparte.

Dicen que los animales solo viven el presente. No lo sé. En cualquier caso, el hombre no ha hecho sino inventar artilugios con los que medir el tiempo, y el paso del tiempo nos recuerda la muerte. De niños contábamos por veraneos, ahora contamos por muertos. Los momentos de escribir poesía son espacios sin tiempo y por eso son un consuelo.

"Parole, parole"... La palabra debe ir acompañada de actos.

El abuelo https://sientopasareltiempo.blogspot.com/2021/03/el-abuelo-sombras-adormecidas.html Los genes los llevo pero desgraciadamente no es suficiente. Cuando yo era niño veía a mi abuelo como un gigante, pero con los años, al contrario de lo que acostumbra a pasar y me ha pasado con otras personas, su imagen no ha hecho sino crecer, pues cada vez he sido más consciente, por mi propia experiencia, de la magnitud de las dificultades que mi abuelo superó y que constituyen su grandeza. Fíjate que en toda mi vida no he encontrado a nadie ni ninguna referencia que diga algo negativo de mi abuelo. Todo han sido reconocimientos y elogios. El Ayuntamiento de Manlleu erigió a mi abuelo un monumento. La estatua que lo cuulmina, es la representación de una mujer joven en actitud oferente, que ha sido llamada "la manlleuense". Fue esculpida por Josep Viladomat, un escultor catalán muy famoso a inicios del siglo XX. En el pedestal de la estatua hay un medallón de bronce con la efigie de mi abuelo, su nombre y unas palabras en su memoria. Es cierto que el mundo era muy distinto al actual, pero los valores que servían entonces siguen sirviendo hoy. Por encima de todo, era un hombre bueno. Por fortuna, en todas las épocas hay personas que mejoran el mundo, para encontrarlas solo hay que no dejarse deslumbrar por los focos. Las últimas máquinas de hilar algodón fabricadas por Societat Anònima Serra llegaron a tener 40 ó 50 metros de longitud. Cuando murió mi abuelo, yo tenía doce años y muchos recuerdos comunes no tengo, pues yo por entonces vivía en Madrid y él en Barcelona. Pero cuando iba a Barcelona de vacaciones, lo iba a ver. Mi abuelo era un patriarca rodeado siempre de una gran familia. A mi abuelo paterno no lo conocí, murió antes de que yo naciera. Ahora, por la longevidad de vida alcanzada, son muchos los abuelos que llegan a conocer hasta a sus bisnietos. Lo bueno de las personas hay que enaltecerlo, pues nos sirve de ejemplo. En un momento en que parece que solo se habla de desgracias y de males hay que hablar mucho más de cosas positivas, que las hay y muchas, porque estas son las que nos marcan el camino. Yo disfruté de mi abuelo hasta mis doce años, pero su presencia perduró siempre en mi familia. Para mí el mayor valor es el esfuerzo, no tanto el resultado. Mientras estudiaba en la universidad, en una clase de educación física (una asignatura de las llamadas "marías" porque era secundaria pero había que aprobarla para pasar de curso) un compañero de ejercicios (que no conocía) me dijo: Cuesta casi lo mismo hacer las cosas bien que mal, pero el resultado es muy distinto. Y pensé que tenía razón. Siempre he admirado a quienes se esfuerzan al máximo por hacer bien las cosas. Hay personas que merecen esa admiración pues superaron con esfuerzo grandes dificultades. Somos el resultado de todos esos seres queridos y del amor que nos han dado. Es muy especial la relación que se establece entre abuelos y nietos quizá porque sus velocidades son parecidas, unos por niños, otros por viejos. Lo cierto es que su recuerdo permanece toda la vida.

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