MI BARRIO
Mi
barrio fue creado con cartabón y escuadra
por
un racionalista ingeniero militar,
sus
calles se entrecruzan perpendicularmente
y
sus esquinas tienen la forma de chaflán.
Se
construyó hace un siglo cuando se derribaron
las
antiguas murallas de mi vieja ciudad,
extendiéndose
ésta por su desierto entorno,
entonces
destinado a campo a cultivar.
Triunfaba
en aquel tiempo una clase burguesa
su
fuerza y su dinero deseosa de mostrar,
que
en aquel nuevo barrio llamado del Ensanche
se
construyó sus casas y otras para alquilar.
Las
casas de mi barrio
ofrecen
escondidos
mil
tesoros del arte
para
ojos atrevidos.
Sus
robustas paredes, de piedra habitualmente,
tienen
muy bellamente sus caras trabajadas
por
maestros canteros que las ornamentaron,
unas
con filigranas, otras almohadilladas.
Sus
hermosas fachadas están enriquecidas
con
bellos esgrafiados, pinturas y azulejos
de
temas alegóricos al arte y al comercio
y
también al negocio de su amos egregios.
Sus
puertas merecieron especial atención:
de
roble construidas, macizas y talladas,
góticas
iniciales de los que las pagaron
floreadas
las presiden en su dintel labradas.
Acostumbran
lucir,
altas
en sus fachadas,
de
Jesús y la Virgen
imágenes
sagradas.
Ventanas
y balcones se encuentran protegidos
con
barandas de hierro, de forja o fundición
- en
otras ocasiones, de piedra de arenisca -
que
en complejos dibujos libran competición.
Solo
generalmente en pisos principales,
puestas
en las esquinas o centrando fachadas,
sobresalen
tribunas cuyas grandes ventanas
forman
multicolores vidrieras emplomadas.
Las
casas de mi barrio no tienen un estilo
del
todo definido, parecen querer ser
un
muestrario de todos, como estando apenadas
de
no tener más sitio para más dejar ver.
Veo
muchos forasteros
con
cara de sorpresa
recogiendo
en sus cámaras
de
ellas memoria expresa.
A mí
no me sorprende, pues, aunque sean de piedra,
altivos
pavo reales soportan sus balcones,
enormes
lagartijas corren por sus paredes
y
enmarcan sus ventanas alegres girasoles.
La
gente de mi barrio, como si fueran príncipes
de
siempre acostumbrados a comer cada día
ante
servicios de oro y copas de cristal,
lo
habita indiferente a tanta fantasía.
Son
para ella viejos, suelos multicolores
y
techos decorados, por lo que incluso algunos
en
aras al progreso y a la modernidad,
han
bajado los otros o cubierto los unos.
Futuros
arqueólogos
se
lo agradecerán
cuando
tales tesoros
a
la luz sacarán.
Pedro
Casas Serra (07-08-1992)
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